martes, 10 de junio de 2008

Cuando a Miguel Ángel le dijeron que no…


En la actualidad es impensable para cualquiera de nosotros denostar el trabajo del famoso Miguel Ángel, reconocido por el tiempo como maestro de la pintura y uno de los mejores escultores que ha dado la Historia del Arte. Sin embargo, no siempre fue así y pocos pueden imaginar que, en un primer momento, una de sus obras cumbres fue rechazada: los frescos realizados para la Capilla Sixtina, en particular su Juicio Final. El motivo hoy día se nos puede hacer extraño, dado que nosotros sólo vemos una obra cumbre del clasicismo, pero, en la época, acusarían al artista de pecar de falta de “decoro” en las imágenes representadas. Un concepto que ha caído en desuso, por lo menos en cuanto al sentido adquirido en el s.XVI ( moral y no formal ) se refiere: la necesidad que debían tener las manifestaciones plásticas de adecuarse al entorno para el que estaban concebidas y al tono, veracidad y finalidad última del tema escogido. Esto es, si uno iba a pintar los frescos para una capilla debía abstenerse de representar desnudos, entendidos como poco aptos en la época de Miguel Ángel para un lugar sagrado ( porque podían “despistar” al fiel de la intención catecúmena buscada y no se correspondían con los sagradas escrituras ) pero sí válidos para otros espacios. No es el único caso, véase si no las famosas pinturas de gabinete del s.XIX: cuadros para disfrute personal que se escondían al ojo visitante y que, sin embargo, en la actualidad se exponen en los museos ( caso de la Maja desnuda ).

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