sábado, 30 de mayo de 2009
O tren que non vai pola beira do Miño
Hace algunos años, cuando más arreciaban las promesas electorales, este periódico mantuvo una valiente línea informativa que permitía seguir, con una simple mirada al reloj del gasto público, el desarrollo de nuestras infraestructuras. Y digo que era una página valiente porque, más allá de ofrecer las claves necesarias para una opinión realista, tenía que hacer de contrapunto a la lluvia de noticias que -bajo la forma de primeras piedras o traviesas, inauguraciones segmentadas y solemnes pronunciamientos- venían a anunciarnos el paraíso terrenal.
Quizá por eso, porque nuestros lectores estaban advertidos, no cobra tintes de escándalo público el hecho de que todo el programa del AVE se haya venido abajo con un soplo de José Blanco, o la extraña confabulación que se aprecia entre todos los partidos que -cada uno a su manera-formaron parte de la troupe de ilusionistas que convirtieron en votos la irredenta credulidad de los gallegos.
El ensayo general para este timo fueron aquellas autopistas que Fraga iba a terminar en 1995 y que los gallegos no pudimos agradecer hasta el 2001 -olvidando que eran las últimas radiales que se terminaban en España- como si fuésemos unos privilegiados. Y el paroxismo del modelo se produce ahora, cuando, al comprobar que todo era mentira, aún nos sentimos agradecidos porque empieza a ser posible que un tren AVE, que ni siquiera está proyectado, llegue a Galicia 25 años después de que lo hiciera a Sevilla.
En el ránking de prestidigitadores que intervinieron en este circo hay que citar en primer lugar a Fraga, que, a pesar de saber que el ferrocarril A Coruña-Tui es de tipo común (menos de 200 km/h) y que no estaría terminado hasta el 2014, consiguió que los gallegos nos creyésemos que se trataba de un AVE que iba a entrar en servicio en el 2007. Después vino Aznar, que con la patraña del Plan Galicia, del que no queda ni el nombre, nos convenció de que el AVE llegaría a Madrid en el 2009 y a Bilbao -¡nadie se murió de risa!- hacia el 2014.
Cuado ya se veía que estas glorias no eran técnicamente posibles, el ilusionista Zapatero retomó la broma para decir que Cascos no pero Magdalena sí, y que, a pesar de presidir un Gobierno laico, la fecha del 2012 iba a misa. Y también Touriño y Rodríguez utilizaron sus influencias y ventajas estratégicas para avalar algo que, además de no poder ser, era imposible.
A mí, en cambio, nunca me la colaron. Porque nunca creí en el Plan Galicia; nunca pedí milagros ni prioridades absurdas; nunca le di a Fraga el mérito de las autovías y los trenes; y nunca me tomé en serio los localismos de Caballero ni los heroicos seguimientos de Cuíña, Núñez y Caride. ¿Y por qué? Porque leo cada día este periódico.
MEU COMENTARIO-¿ Inocencia dos galegos? Supoño que é broma, todos lemos entre líneas e do que din os políticos cremos moi pouco.
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