viernes, 29 de mayo de 2009
Cómo nos vendieron la moto
Acaba de aterrizar en Peinador. Viene a Vigo en viaje de negocios y familiar. El empresario ha llegado atraído por el famoso poderío económico del World Trade Center de Vigo y porque la ciudad es conocida por su gran oferta de ocio. Planea coger el AVE a Oporto, o quién sabe. Tiene ganas de ir al puerto, a ver la gran obra de Nouvel. Pero como es de fuera, lo primero es visitar Samil, claro. Un arenal con enormes dunas. Le cuentan que una vez hubo un muro y un paseo de cemento; ya no. Muy cerca, un edificio multiusos del arquitecto Álvaro Siza pone la nota vanguardista, mientras un montón de coches se dirigen al cercano puente que une Alcabre con el Morrazo. Entonces, al empresario lo asalta una duda: «¿Qué hago con los niños? ¿Los llevo al mayor parque botánico de España (en Valadares), a la Ciudad Deportiva o al parque de atracciones La Colina Encantada, que aunque está en Candeán no tiene nada que envidiar a Port Aventura?». Atenazado por la decisión, se sube en el metro ligero pensando en ir al segundo mayor acuario de España. «Ya sé, vamos a conocer la fantástica rehabilitación del Casco Vello». Fin del sueño. Repasemos. Nos hemos pasado los últimos años soñando. A base de maquetas, infografías y promesas, los políticos nos han hecho creer que Vigo estaba obligada a ser Nueva York, Shanghái o París. O todas. Pero era solo Vigo. A veces demasiado. El humo ha costado millones. Esta es una historia de promesas incumplidas. Es la historia del Vigo fallido. Del mar a la luna El baúl del fracasado Yo prometo rebosa. Su último tesoro es uno de los que más ocupan. Está en un lugar tan simbólico como el puerto. A lo largo de los años han llovido proyectos que pretendían reformarlo, hacerlo más humano y vistoso. En el 2007 el entonces presidente de la Autoridad Portuaria, Abel Caballero (PSOE), ambicionó la mayor revolución que se recuerda. De un concurso de ideas (costó 570.000 euros) surgió Peirao XXI , del arquitecto francés Jean Nouvel. Se anunció una inversión de 260 millones para que Vigo estrenara en el 2010 un puerto con un menhir con un mirador panorámico (el que acompaña a estas líneas), un nuevo puerto deportivo y un largo etcétera. Quedaba un mes y medio para las elecciones municipales. Hoy, Abel es alcalde, el puerto está en otras manos y no se sabe cómo encajar el proyecto. Caballero paría sueños. Ya era candidato a la alcaldía cuando en diciembre del 2006 fabuló el World Trade Center, una reordenación de toda la fachada de Beiramar: un edificio en forma de ola para un gran centro de negocios, una piscina olímpica... Entre otros. Y una inversión de 89 millones que estaba garantizada. Ya el plan Abrir Vigo al Mar nació con esa vocación de reordenar la zona portuaria. Lo promovió la Zona Franca en 1996 y nunca se concluyó: el Museo de la Ciudad (en la estación marítima) y el acuario y la piscina nunca serán realidad. La idea del World Trade Center no era nueva. En los noventa, el empresario José Silveira, dueño de Remolcanosa y Povisa, impulsó sin éxito una gran zona económica en el puerto, bajo la misma marca. En los noventa A Doblada iba a tener un moderno parque ofimático en esa línea. A ser posible, sin impuestosPero no todo el Vigo soñado ha sido cemento. También ha afectado a la cartera: Corina Porro (PP) firmó ante notario, cuando avanzaba la campaña del 2003, que eliminaría el recibo de la basura en la ciudad. Hoy, cada familia viguesa aún paga 79,45 euros al año. Fueron humo también el área metropolitana, la carta de municipalidad que daría a la ciudad el rango de una capital o la sede viguesa de la Consellería de Pesca, que tanto se afanó Touriño en prometer ante las autonómicas del 2005. O el empleo: «Emilio, en el 2011 colgaremos una pancarta del Ayuntamiento con el lema "En Vigo, pleno empleo". ¡Emilio, en Vigo pleno empleo!», proclamó para la historia Caballero en el Berbés, en el cierre de las últimas municipales. Ya van 6.194 parados vigueses más. Un metro sin centímetrosPero si había algo que iba a revolucionar la vida de los vigueses, eso era el metro. Aunque desapareció en 1968, el tranvía nunca ha parado de dar vueltas. Carlos Príncipe (PSOE) empezó a prometerlo en 1994. Como concejal lo impulsó desde 1999. Antes Vitrasa había hecho un estudio: 8,5 kilómetros, 60 millones de euros. No traspasó la frontera del deseo. Se sucedieron los gobiernos y el metro ligero hasta perdió ligereza, cuando el conselleiro de Política Territorial Alberto Núñez Feijoo se brindó a estudiar uno subterráneo, con Porro. Caride lo heredó. El último plan recoge cinco kilómetros y quince paradas. Un millón de euros en estudios. Y un metro que no tiene ni un solo metro. Peinador no despegaLas promesas no las ha propinado solo la Praza do Rei. El plan director de Peinador , que pergeñó Fomento en el 2000, contemplaba la ampliación de la pista, de la terminal, reforma de la torre de control... una inversión millonaria. La pista sigue sin llegar a tres kilómetros aunque el número de pasajeros ha crecido. Iban a mejorarse los accesos al aeropuerto. Y el AVE, con su lenta danza de fechas. Vigo aún no tiene una salida de tren hacia el sur, aunque Portugal se la reclamaba ya en 1998. Tampoco se ha ampliado el puente de Rande. Y eso que los empresarios se dijeron dispuestos a financiar el segundo puente, de Alcabre a Cangas. Luego Fomento estudió también hacerlo desde A Guía. La Universidad prefería un túnel. Tanto se mareó la perdiz, que dejó de volar. El encanto de una colinaOcioso también ha sido el tiempo consumido en hablar del ocio. Álvaro Siza iba a diseñar un multiusos en Samil para más de 10.000 espectadores, que prometió Manuel Pérez. Ese mismo alcalde presentó en 1995 La Colina Encantada , un macroparque temático en Candeán que absorbió proyectos, viajes y dinero. Y el Vixiador sigue virgen. Como vírgenes siguen los montes de Valadares. Iban a tener un enorme Parque Botánico, el más grande de España. Los comuneros de esa parroquia recibieron 0,5 millones de euros por un convenio de cesión de los terrenos, de 1990. El acuerdo venció en el año 2000, los comuneros recuperaron los terrenos y se quedaron el dinero. Hasta la playa de Samil, según la palabra de Lois Pérez Castrillo, dejaría de tener un muro y un paseo de cemento para crecer. El cemento sigue duro como siempre, las dunas capadas. Ni el gran complejo del agua que prometió Porro salió adelante. Otro símbolo de la ciudad, Balaídos, iba a convertirse en un estadio menos gris. Hasta se vendió que tendría un centro comercial; primero en Navia, luego en su emplazamiento actual, después en Valadares... Y el alcalde Castrillo anunció una reforma absoluta sin siquiera haber pactado con Citroën. El antiguo Palacio de Justicia estaba llamada en la Plaza de la Concordia, diseñada por el catalán Ricardo Bofill a instancias de Soto, con maqueta incluida, en 1990. La iniciativa no concordó en la ciudad y hoy es el Marco. La ciudad fallida. La ciudad anhelada. Política de maquetas.
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