lunes, 4 de mayo de 2009
LA GALICIA BONITA | ARANGA La presencia del hermano lobo
mámoa
LA GALICIA BONITA | ARANGA La presencia del hermano lobo
Los dos ríos que vertebran el municipio compiten en belleza con una parte alta en la que destaca un campo de mámoas
Autor:
Cristóbal Ramírez
Terra de lobos. Así se decía siempre cuando alguien se refería al municipio coruñés de Aranga, en verdad uno de los escasamente conocidos por Galicia adelante y ya no digamos más allá de Pedrafita. En los años 70 del siglo pasado se comía en una casa particular un buen cabrito -que cobraban religiosamente, claro está- y a veces hasta juraban sonrientes al incauto urbanita que era cabra montesa cazada a tiro limpio y que había oreado lo suficiente como para perder el bravío con el fin de que su carne no estuviera correosa. Encerraba encanto todo aquello, sí, aunque resulta difícil pensar que con los gustos culinarios de hoy en día se produjese una legión de añorantes así por generación espontánea.
Había lobos, desde luego. Y muchos. Ellos, los escasos vecinos de hoy en día, argumentan que la prueba está en su sierra, sin ir más lejos, llamada precisamente de A Loba. Bueno, en realidad lobos los había y los hay en casi toda Galicia, con permiso de las autovías, pero aquellas tierras agrestes parecen más idóneas para que el temido mamífero campara a sus anchas. Porque, si bien fueron siempre también tierras de cazadores, existen mil y un escondrijos para tales animales hoy tan necesitados de protección. Por eso mismo, porque la caza es actividad milenaria y continuada, se habla de sus fogones extendiendo la buena fama. Claro que lo que prácticamente no existe son establecimientos públicos, y en Ponte Aranga la oferta se limita a uno. Eso sí, grato, nada del otro mundo estéticamente, con personal amable y buenas, muy buenas, carnes.
En este caso concreto no se puede echar mano de la bibliografía. ¿Quién iba a ir otrora a Aranga? El mismísimo Otero Pedrayo, en su magnífica Guía de Galicia, cita una vez el topónimo, sin más. Punto. El historiador Ángel del Castillo, en su grueso Inventario de la riqueza monumental y artística de Galicia, le dedica media página. Y eso porque en el municipio existió un castillo del que nada queda. Fue levantado piedra a piedra en el siglo X (pertenecía entonces a los fundadores del cenobio de Sobrado dos Monxes, el conde Hermenegildo y su mujer, la infanta Paterna) y en 1944 se realizaron unas pequeñas prospecciones arqueológicas que permitieron situarlo con exactitud. El mismo autor escribe un par de líneas sobre la cruz románica muy venerada que alberga la iglesia parroquial de San Paio y remata con otras dos líneas refiriéndose al campo de mámoas que aún hoy es posible admirar en la parte alta de la sierra de A Loba. Sin duda el que allí se levantara la ermita de San Vitorio tiene algo que ver con la cristianización de esos túmulos funerarios milenarios.
Un toque de religión y un toque de paganismo, claro, porque los vecinos siguen acudiendo a coger agua de la fuente de la Santa Cruz, milagrosa ella porque tiene un poder que le permite ahuyentar insectos y alimañas varias, así que mejor rociar las leiras con esa agua.
«Un paraíso para perderse. Unha paisaxe para disfrutar», reza el eslogan oficial del municipio. Bueno, pues hay que estar de acuerdo. El problema es que sí, en efecto, resulta posible perderse. Los amigos de la naturaleza están de enhorabuena. Los lobos, también.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario