miércoles, 9 de junio de 2010

Un artista tailandés recrea a los maestros de la pintura con retratos de cerdos

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Su afición por los puercos le viene de la infancia, cuando vivía con sus padres y sus hermanos en una granja de cerdos en la agrícola región de Isan, en el noreste de Tailandia.



El artista tailandés Chainarong Kongklin ha elevado el cerdo a la cumbre de la expresión artística para lanzar un alegato contra el consumo de carne porcina y prestar a un tiempo un peculiar homenaje a los maestros de la pintura.

La exposición «Oud Oud», título onomatopéyico en la fonética tailandesa, se puede visitar hasta el próximo 4 de julio en la galería de arte White Space de Bangkok.

«Durante mi infancia viví y llegué a intimar con estos animales tan versátiles. Mi intención es que el público se olvide de la crisis social y se asome al mundo del cerdo desde otra perspectiva distinta del consumo», dice a Efe el artista, que celebra su treinta cumpleaños el 11 de junio.

Además de inspirarle pinturas de su propia cosecha, el cerdo le sirve también de musa para interpretar algunos de los cuadros más famosos de la historia del arte, firmados por maestros como Klimt, Monet o Boticelli.

Con la misma sonrisa enigmática, una cerdita de sonrosadas mejillas y con las pezuñas elegantemente cruzadas mira de soslayo al espectador, en una recreación porcina de «La Gioconda» de Leonardo da Vinci.

«Es un homenaje a algunos de mis pintores favoritos, al tiempo que quiero llamar la atención del público para que dejen de consumir cerdo y otros tipos de carne», explica el pintor.

Su afición por los puercos le viene de la infancia, cuando vivía con sus padres y sus hermanos en una granja de cerdos en la agrícola región de Isan, en el noreste de Tailandia.

«Recuerdo cómo sufría de pequeño cuando me encariñaba con los cerdos y luego veía cómo los enviaban al matadero», relata Kongklin.

El artista reconoce que estuvo comiendo cerdo durante muchos años hasta que un día el médico le prescribió reducir su consumo por un problema de salud y aprovechó para dejar la carne por completo.





«Los cerdos de mis cuadros posan con decoro y hasta con distinción, me he preocupado de utilizar unos marcos decorados con ribetes dorados para que estén a la altura», asevera con una sonrisa entre orgullosa e irónica.

Para el artista, los retratos también reflejan «el cerdo que todo consumidor de carne lleva dentro», en referencia a los efectos nocivos de la carne roja sobre la salud.

«Los cerdos de mis cuadros posan con decoro y hasta con distinción, me he preocupado de utilizar unos marcos decorados con ribetes dorados para que estén a la altura», asevera con una sonrisa entre orgullosa e irónica.

Para el artista, los retratos también reflejan «el cerdo que todo consumidor de carne lleva dentro», en referencia a los efectos nocivos de la carne roja sobre la salud.

Las pinturas, en óleo sobre lienzo, reflejan una amplia gama de colores llamativos que les imprimen un aire jovial y distendido.

«Me he inspirado en los cómics para retratar una expresiones vivaces y las poses de los cerdos, que a veces parecen querer salir del marco, aunque evidentemente también me ha influido el dadaísmo de Duchamp», explica Kongklin.


En la obra «La última sonrisa», cinco cachorros porcinos multicolores se acurrucan delante de una mesa en alusión a la sagrada cena inmortalizada por Da Vinci.

«No es una parodia -yo admiro a estos pintores-, sino una manera de llamar la atención del público», se justifica el autor de «Oud Oud».

En su versión de «El puente japonés» de Claude Monet, el artista cuela un puerco saltarín en la escena, aunque respeta los trazos impresionistas del original.


Otros dos lienzos interpretados bajo un prisma porcino son «La madre y el hijo», de Gustav Klimt, y «El nacimiento de Venus», de Sandro Botticelli.

La exposición también acoge una serie de esculturas realizadas por el artista sobre puercos que se retuercen y se estiran en ágiles movimientos gimnásticos.

Chainarong Kongklin, una de las jóvenes promesas del arte tailandés, asegura que ha mezclado los mundos del hombre y el cerdo para mostrar lo mejor y lo peor de cada uno.

Como en el desenlace de la fábula de George Orwell «Rebelión en la granja», en esta exhibición se difuminan las líneas divisorias entre lo humano y lo porcino.El artista reconoce que estuvo comiendo cerdo durante muchos años hasta que un día el médico le prescribió reducir su consumo por un problema de salud y aprovechó para dejar la carne por completo.

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