viernes, 21 de agosto de 2009
PEDRO CAVADAS, CIRUJANO «Hacer un trasplante de rostro no me genera ninguna duda ética. Cero»
Dr Cavadas
Se atreve con las operaciones más difíciles del mundo. Trata a pacientes a los que otros médicos han desahuciado. Y lo que gana se lo gasta en operar de forma altruista en África. Saltó a la fama cuando realizó un trasplante de ambas manos. Su próximo reto: darle un rostro a alguien que lo ha perdido. Conversamos con el doctor Pedro Cavadas.
«No hay nada circense en «ese más difícil todavía» que practica a diario el doctor Pedro Cavadas (Valencia, 1965). Sencillamente, muy pocos se atreven, quieren y además saben cómo mejorar la vida de pacientes desesperados a los que el resto de la profesión médica ha dado por perdidos. Ha realizado trasplantes de manos, ha recompuesto penes y prepara el primer trasplante de piernas del mundo. Y acaba de recibir la autorización para realizar en el hospital público de La Fe un trasplante de cara. Nos recibe en su clínica vestido con una camisa africana, bermudas y chanclas. «La camisa me la ha regalado un cirujano de Kenia al que hemos preparado durante un año. Es un pacto entre caballeros. La Fundación Pedro Cavadas le paga viaje y estancia a cambio de que a la vuelta desarrolle cirugía reconstructiva, regale todo el trabajo posible y forme a más gente. He ido al aeropuerto a despedirlo a las cuatro de la mañana.» Luego ha estado operando y ha pasado consulta. Muchos días termina de madrugada. Sus hijas (adoptadas de China, de ocho y cuatro años) abren sigilosamente la puerta del despacho y asoman la cabecita durante la entrevista a ver si papá termina de una vez. «Ellas son mi antídoto contra la desesperación o la tristeza de algunos días terribles.»
XLSemanal. Los trasplantes de cara estuvieron vetados mucho tiempo por los comités de ética. ¿Tiene usted alguna objeción, resquemor, duda?
Pedro Cavadas. Ninguna. Cero.
XL. Pero la cara no es un hígado o un corazón, que todos se parecen. Es nuestra identidad, el espejo del alma.
P.C. Se le podrían poner pegas si fuera para una persona con una cara correcta que se la quiere cambiar. Pero eso es ficción, la realidad es muy distinta. El trasplante es para alguien que ha perdido la dignidad porque está tan desfigurado que provoca un rechazo enorme. Es alguien que no sale a la calle, que no puede estar cerca de otra persona sin que su interlocutor se sienta incómodo. Eso es catastrófico psicológicamente.
XL. ¿Es el caso del receptor que han seleccionado?
P.C. Es el caso de todos los receptores de trasplante de cara razonables. ¿Cuál es la duda ética? ¿Devolver la dignidad a la persona? No veo objeciones por ninguna parte.
XL. ¿Y las dificultades técnicas?
P.C. Es una intervención difícil. Pero la mayor dificultad no es quirúrgica, es farmacológica: el posoperatorio. Sólo se han hecho media docena de trasplantes de cara en el mundo. Hay muchas preguntas sin respuesta. Y las respuestas se generan con el método de ensayo-error.
XL. La mujer francesa a la que mordió su perro mientras dormía, Isabelle Dinoire, está espléndida.
P.C. Sí, un trabajo excelente. Pero le trasplantaron sólo la cobertura, no cambiaron mandíbula, laringe, lengua...
XL. La prensa inglesa buscó al donante para comparar las caras.
P.C. Fue siniestro. ¡Qué falta de respeto! Eso sí es objetable éticamente. En los trasplantes siempre hay un fallecido de por medio, y hay que ser muy cuidadoso. Hay una familia que, en mitad de un dolor brutal, tiene un gesto de generosidad extremo para salvar o mejorar la vida de alguien a quien no conocen y que les debería importar un rábano. ¡Si no hay que ser respetuoso con eso, con qué coño hay que ser respetuoso!
XL. A los familiares del donante también les puede preocupar que el receptor se le parezca. El asunto puede tener incluso complicaciones jurídicas.
P.C. No hay posibilidad de que se parezca. Para que se pareciera, habría que trasplantar toda la estructura ósea, globos oculares incluidos, y toda la cobertura. Y esa situación no se ha planteado todavía. El objetivo no es que se parezca a alguien, es que tenga aspecto humano. No es devolverle la cara que perdió. La perdió y no volverá. Es que tenga una cara humana. Punto pelota.
XL. ¿Cuánto dura la convalecencia?
P.C. Años. La máquina de la verdad es el tiempo: hay que ver la evolución a diez o quince años.
XL. ¿Se interesa por la evolución de sus pacientes después de darles el alta?
P.C. Siempre. Les pido que me hagan una visita cuando pasan por Valencia. A los trasplantados le das el alta sabiendo que si tienen algún problema hay que verlos de inmediato. Un paciente no es como un hijo. Sería una payasada decir eso. Pero alguien por el que tú has peleado y por el que te has implicado, ese paciente es de por vida.
XL. ¿Hay pique con su colega del hospital sevillano Virgen del Rocío [que también ha obtenido la autorización para el trasplante de cara]?
P.C. No sabía ni quién era. Me lo encontré el otro día en un congreso y estuvimos comentando el follón que se había armado y que es ajeno a nosotros.
XL. Pero ser el primero da prestigio.
P.C. Esto no es una carrera. En todo caso, es una carrera entre comunidades autónomas de signos políticos distintos. La medicina es procurar mejorar la calidad de vida de una persona. Y eso no tiene nada que ver con carreritas, a ver quién mea más lejos. La vanidad profesional es un motor muy peligroso. Es como la fisión nuclear. Bien controladita, genera electricidad; pero si fallan los mecanismos de control, catástrofe.
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