martes, 13 de julio de 2010
Niccolò Cassana
Ete pintor veneciano gozaba de una cierta reputación por sus retratos y escenas mitológicas. Despues de haber trabajado en la Corte florentina, pasó los últimos años de su vida en Inglaterra, donde su temible genio sureño- todo fuego y llama- debió causar un gran revuelo.
Cuando pintaba, Niccoleto se enfrascaba en su trabajo de tal manera que no advertía tan siquiera que se le hacía una pregunta. Y cuando sus colores no resultaban tan vivos y cálidos como él hubiera querido, se ponía casi frenético, tirándose al suelo y gritando: "Quiero espíritu en esta figura, quiero que hable, que se mueva, y quiero que circule la sangre por sus venas".
En resumen, decía que quería todo lo que echaba en falta. Entonces volviendo a coger los pincels, la repintaba, corrigiendo aquí, añadiendo allí según juzgara necesario, prosiguiendo o bien contento o dando salida a una ira aún mayor; tal era su deseo de ser más que meramente bueno.
Ref.CATEDRA- arte, grandes temas
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