sábado, 26 de junio de 2010

CAIN




Cuando el señor, tambien conocido como dios, se dio cuenta de que a adán y eva, perfectos en todo lo que se mostraba a la vista, no les salía ni una palabra de la boca ni emitían un simple sonido, por primario que fuera, no tuvo otro remedio que irritarse consigo mismo, ya que no había nadie más en

el jardín del edén a quien responsabilizar de la gravísima falta, mientras que los otros animales, producto todos ellos, así como los dos humanos, del hágase divino, unos a través de mugidos y rugidos, otros con gruñidos, graznidos, silbos y cacareos, disfrutaban ya de voz propia. En un acceso de ira, sorprendente en quien todo lo podría solucionar con otro rápido fíat, corrió hacia la pareja y, a uno y luego al otro, sin contemplaciones, sin medias tintas, les metío la lengua garganta adentro. En los escritos en los que, a lo largo de los tiempos, se han ido consignando de forma más o menos fortuita los acontecimientos de esas remotas épocas, tanto los de posible certificación canónica futura como los que eran fruto de imaginaciones apócrifas e irremediablemente heréticas, no se aclara la duda de a qué lengua se refería, si al músculo flexible y húmedo que se mueve y remueve en la cavidad bucal y a veces fuera, o al habla, tambien llamado idioma, del que el señor lamentablemente se había olvidado y que ignoramos cuál era, dado que no quedó el menor vestigio, ni tan siquiera un corazón grabado en la corteza de un árbol con una leyenda sentimental, algo tipo te amo, eva.


Como una cosa, en principio, no va sin la otra, es probable que otro objetivo del violento empellón que le señor les dio a las mudas lenguas de sus retoños fuese ponerlas en contacto con las interioridades más profundas del ser corporal, las llamadas incomodidades del ser, pra que, en el porvenir, y con algún conocimiento de causa, se pudiera hablar de su oscura y laberíntica confusión, a cuya ventana, la boca, ya comenzaban a asomar. Todo puede ser. Como es lógico, por escrúpulos de buen artífice quesolo le favorecían, ademas de compensar con la debida humildad la anterior negligencia, el señor quiso comprobar que se error había sido corregido, y así le preguntó a adán.


Tú, cómo te llamas, y el hombre respondió, Soy adán, tu primogénito, señor. Despues, el creador ser dirigió a la mujer, Y tú, cómo te llamas tú, Soy eva, señor, la primera dama, respondío ella innecesariamente, dado que no había otra. El señor se dio por satisfecho, se despidió con un paternal Hasta luego, y se fue a su vida. Entonces, por primera vez adán le dijo a eva, Vámonos a la cama.



REF. CAIN- José Saramago- Editorial Alfaguara

Caín pone de manifesto lo que hay de moderno y sorprendente en la prosa de Saramago: la capacidad de hacer nueva una historia que se conoce de principio a fin. Un irónico y mordaz recorrido en el que el lector asiste a una guerra secular, y en cierto modo, involuntaria, entre y el creador y su criatura

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