domingo, 16 de marzo de 2008

JOSE LUIS SAMPEDRO

Escrito y firmado por José Luís Sampedro, escritor, filósofo y buena
gente.
POR LA LECTURA:

Cuando yo era un muchacho, en la España de 1931, vivía en Aranjuez un
Maestro Nacional llamado D. Justo G. Escudero Lezamit. A punto de
jubilarse, acudía a la escuela incluso los sábados por la mañana
aunque no tenía clases porque allí, en un despachito que le habían
cedido, atendía su biblioteca circulante. Era suya porque la había
creado él solo, con libros donados por amigos, instituciones y padres
de alumnos. Sus 'clientes' éramos jóvenes y adultos, hombres y mujeres
a quienes sólo cobraba cincuenta céntimos al mes por prestar a cada
cual un libro a la semana. Allí descubrí a Dickens y a Baroja, leí a
Salgari y a Karl May.
Muchos años después hice una visita a un bibliotequita de un pueblo
madrileño. No parecía haber sido muy frecuentada, pero se había hecho
cargo recientemente una joven titulada quien había ideado crear un
rincón exclusivo para los niños con un trozo de moqueta para
sentarlos. Al principio las madres acogieron la idea con simpatía
porque les servía de guardería. Tras recoger a sus hijos en el colegio
los dejaban allí un rato mientras terminaban de hacer sus compras,
pero cuando regresaban a por ellos, no era raro que los niños,
intrigados por el final, pidieran quedarse un ratito más hasta
terminar el cuento que estaban leyendo. Durante la espera, las madres
curioseaban, cogían algún libro, lo hojeaban y a veces también ellas
quedaban prendadas.Tiempo después me enteré de que la experiencia
había dado sus frutos: algunas lectoras eran mujeres que nunca habían
leído antes de que una simple moqueta en manos de una joven
bibliotecaria les descubriera otros mundos.
Y aún más años después descubrí otro prodigio en un gran hospital de
Valencia. La biblioteca de atención al paciente, con la que mitigan
las largas esperas y angustias tanto de familiares como de los propios
enfermos, fue creada por iniciativa y voluntarismo de una empleada.
Con un carrito del supermercado cargado de libros donados, paseándose
por las distintas plantas, con largas peregrinaciones y luchas con la
administración intentando convencer a burócratas y médicos no siempre
abiertos a otras consideraciones, de que el conocimiento y el placer
que proporciona la lectura puede contribuir a la curación, al cabo de
los años ha logrado dotar al hospital y sus usuarios de una biblioteca
con un servicio de préstamos y unas actividades que le han valido,
además del prestigio y admiración de cuantos hemos pasado por ahí, un
premio del gremio de libreros en reconocimiento a su labor en favor
del libro.
Evoco ahora estos tres de entre los muchos ejemplos de tesón
bibliotecario, al enterarme de que resurge la amenaza del préstamo de
pago.. Se pretende obligar a las bibliotecas a pagar 20 céntimos por
cada libro prestado en concepto de canon para resarcir -eso dicen- a
los autores del desgaste del préstamo.
Me quedo confuso y no entiendo nada. En la vida corriente el que paga
una suma es porque:
a) obtiene algo a cambio.
b) es objeto de una sanción.
Y yo me pregunto: ¿qué obtiene una biblioteca pública, una vez pagada
la adquisición del libro para prestarlo? ¿O es que debe ser multada
por cumplir con su misión, que es precisamente ésa, la de prestar
libros y fomentar la lectura?
Por otro lado, ¿qué se les desgasta a los autores en la
operación?.¿Acaso dejaron de cobrar por el libro?. ¿Se les leerá menos
por ser lecturas prestadas?.¿Venderán menos o les servirá de
publicidad el préstamo como cuando una fábrica regala muestras de sus
productos?. Pero, sobre todo: ¿Se quiere fomentar la lectura?, ¿Europa
prefiere autores más ricos pero menos leídos?.
No entiendo a esa Europa mercantil. Personalmente prefiero que me lean
y soy yo quien se siente deudor con la labor bibliotecaria en la
difusión de mi obra.
Sépanlo quienes, sin preguntarme, pretenden defender mis intereses de
autor cargándose a las bibliotecas. He firmado en contra de esa medida
en diferentes ocasiones y me uno nuevamente a la campaña.
¡NO AL PRÉSTAMO DE PAGO EN BIBLIOTECAS!
José Luis Sampedro

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