lunes, 31 de marzo de 2008
MIGUEL ANGEL
Caprese 1475- Roma 1564)
Michelangelo Buonarroti es escultor, pintor, arquitecto y poeta italiano. El estudio de la escultura antigua y el ejemplo de Donatello fueron decisivos en la formación de su personalidad artística.
Hijo del podestà de Caprese, ingresó a los trece años en el taller de Ghirlandajo, quien, asombrado de su talento, lo recomendó a Lorenzo el Magnífico. A los quince años trabajaba ya con Bertoldo en el “casino” de San Marcos, museo de antigüedades reunido por los Médicis. Allí esculpió el Combate de los centauros contra los lapitas, donde conjuga la masa con el movimiento como jamás Donatello había logrado.
Muerto Lorenzo el Magnífico, marchó a Bolonia, donde terminó algunos trabajos empezados por Niccolò dell’Arca y estudió la obra de Jacopo Della Quercia.
De su primera época en Roma data el Barco ebrio: el joven dios levanta una copa en la diestra y adopta una original postura basculante. En la Pietà de San Pedro, asimismo de esta época, logra destacar el desnudo armonioso del Hijo, en el que parece centrarse el ideal clásico a que aspiró el renacimiento a finales del quattrocento, sin olvidar por ello el patetismo, tratado con grandiosidad inigualable, tanto en el conjunto como en el rostro, jovencísimo, de la Virgen.
De vuelta en Florencia (1501), labró el gigantesco David de mármol, las estatuas de los doce apóstoles para la catedral, de las que sólo queda el San Mateo, y pintó un fresco monumental, La batalla de Cascino.
En 1505 fue llamado a Roma por el papa Julio II, quien le encargó la realización de su sepulcro; el proyecto inicial fue diferido, y el papa hizo que el artista se ocupara de la decoración de la bóveda de la capilla Sextina, en la que Miguel Ángel habría de representar el prólogo y el epílogo de la Humanidad: La creación y El Juicio final. Las escenas bíblicas van surgiendo en la bóveda como visiones celestiales; las figuras de las sibilas y de los profetas, los asombrosos ignudi, representa la más pura concepción de la técnica dibujística de los florentinos, aliada aquí la monumentalidad romana: es la culminación del renacimiento y tal vez la más completa expresión del genio de Miguel Ángel.
El proyecto para la tumba de Julio II, grandiosa en su primera concepción, fue varias veces modificado, y finalmente reducido por deseo de los herederos del pontífice. Se decidió, al fin, la construcción de una sencilla tumba parietal, para la que se utilizaron algunas de las estatuas ya esculpidas.
El gran fracaso de la vida de Miguel Ángel, como él mismo proclamó, fue la simplificación del proyecto inicial del sepulcro de Julio II, que el artista consideró como obra maestra de su vida. Los patéticos Cautivos o Esclavos, labrados para esta obra, fueron concebidos, por lo tanto, para formar parte de una maravilla que jamás habría de realizarse.
Terminado el Moisés, Miguel Ángel regresó a Florencia (1515). Por expreso encargo del nuevo pontífice, León X, proyectó la fachada del templo de San Lorenzo, que no se realizó.
Hasta 1530, época en que hizo crisis la libertad de Florencia, el artista participó como ingeniero en la fortificación de la ciudad contra las tropas del papa y las del emperador.
Derrotada Florencia, los enemigos de la caída república quisieron asesinar a Miguel Ángel, que huyó a Roma, donde fue acogido por Clemente VII y fijó ahí definitivamente su residencia (1534). Dominado por su ardiente amistad con T.Cavalieri y por un culto apasionado a la belleza terrestre, compuso arrebatados poemas y dibujos muy cuidados de temas mitológicos, Ganímedes.
A instancias del nuevo papa Paulo III, Miguel Ángel volvió a la pintura con el Juicio final de la capilla Sixtina (1536-1541).
A partir de 1546, Miguel Ángel se consagró principalmente a la arquitectura. Sucedió a A. Sangallo en las obras del Vaticano, y proyectó la cúpula, que no terminó, así como en las del palacio Farnesio, donde realizó la atrevida cornisa.
El resto de sus construcciones tienden igualmente a manifestar el acento sobrehumano, patético, con que concebía la arquitectura; proyecto de Santa Maria degli Angeli, en las termas de Diocleciano; la impresioante porta Pia; los planos para la urbanización de la plaza del Capitolio.
En los últimos años de su vida, Miguel Ángel, arrastrado por vaivenes espirituales de la Reforma católica, expresó en sus obras y en sus escritos una fe dolorosa, cierta necesidad ineludible de penitencia. La Academia florentina le rindió homenaje hasta el final de sus días.
Los restos mortales del artista fueron expuestos en los Santos Apóstoles de Roma y trasladados a Florencia; sus funerales se celebraron con gran solemnidad en San Lorenzo, y fue enterrado en Santa Croce.
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