sábado, 6 de junio de 2009

RAMON FARALDO

PARA FERNANDO ELORRIETA

La aurora se hace verbo
entre tus labios:
la ciencia mariposa,
agua de mayo,
cuando te explicas,
angeles y carrisos
te oyen, Fernando.

Los chiquillos anidan
entre tus manos:
tu entiendes el misterio
de estos soldados.
Sabes besarlos,
ponerlos a tu altura
sin levantarlos.

Al olor de tus huellas,
vienen aullando
los orondos, los fatuos
vientres sentados,
los benjamines, los cafres y los equis
del mal rebaño.
Mas aunque te adelanten
tu sigues mi abanderado.

Allí donde se encuentre,
quien te está hablando,
encontrarás un pecho
para habitarlo,
y una pistola
de clavos o de besos
según los casos.

Es todo lo que siento
mi bien hallado.


Noche de Pontevedra rumbo a Santiago.
Piedra y magnolio.
Contigo aqui me quedo,
y aqui me marcho


(Del pastor y gondolero a Fernando Elorrieta, con eso que anilla a los hombres

"Presto ya el pie en el estribo"..........¡A tout a l´heure, amigo!)


En la calle de Buenos Aires, Rabuda, 47, Teis- Vigo, casa de Juan Otero (Eiravella) y Manuela, dos que efectuan la unidad queriendose y enseñandonos a querer.



ENCUENTRO CULTURAL
Entre el vicio y la virtud
Por Aquilino Duque

Hace años, de paso yo por Madrid, me llevó Fernando Quiñones un domingo por la tarde a casa del pintor Álvaro Delgado, que vivía en los altos de un taller de mecánico. Venían con nosotros una chica inglesa, de pura raza sajona, que se llamaba Winifred, y el pintor Francisco Moreno Galván.

Poco después llegó una pareja de muy buena presencia: la pintora Menchu Gal, cuñada de Álvaro, que me sonaba mucho de mis tiempos de Bilbao, y el crítico de arte Ramón Faraldo. Para que la única extranjera se encontrara a gusto, Álvaro, que era muy ocurrente, le dijo que no se preocupara, que allí todos los presentes se sentían muy unidos a Inglaterra: “Ya ves, éste (por mí ) acaba de llegar de Cambridge; Fernando trabaja en el Reader´s Digest, y todos los demás…¡queremos Gibraltar!” Pronto Fernando monopolizó la atención con sus cantes flamencos, con Moreno Galván de palmero, hasta que yo cometí la temeridad de arrancarme por bulerías. Este Ramón Faraldo, tan arrogante y tan bien vestido y tan bien educado que acompañaba a Menchu Gal, desapareció de mi campo de visión hasta que, pasados veinte años por lo menos, reapareció hecho unos zorros en una página del diario Ya, donde firmaba un artículo devastador sobre el Guernica de Picasso.

La persona que me mandaba el artículo, lo ilustraba con acotaciones indignadas de su puño y letra, pero lo que a mí me llamó la atención, aparte de que todo lo que allí se dijera fuera a misa, fue el aspecto del autor. ¿Cómo era posible que aquel dandy que yo conocí se hubiera transformado en este clochard de melena raída, boca desdentada y ojos alucinados? Puede que Álvaro Delgado me sepa un día aclarar el misterio......

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