domingo, 4 de julio de 2010

CARLO DOLCI




Dolci en al biografía escrita por Baldinucci, su amigo de toda la vida. Nacido en Florencia en 1616, Dolci comenzó su formación a los nueve años. En 1648 se hizo miembro de la Accademia de Disegno de florentina y unos pocos años más tarde se casó, a la edad relativamente mayor de 38 años. Sus pinturas, a menudo melosas y sensibleras, muy aplaudidas por la sociedad cortesana, tal vez no fuesen tan general y ardientemente admiradas por Baldinucci, el ferviente partidario de los pintores toscanos, nos quiere hacer creer. Por otra parte, el informe de Baldinucci ayuda a explicar la cualidad zalamera de muchas obras de Dolci.


Desde su niñez Doldi había adquirido la costumbre de frecuentar la Orden benedictina y, creciendo cada día su devoción, hizo el firme voto de no pintar en toda su vida sino cuadros o historias sagradas, y de representarlos de tal manera que moviesen a la piedad cristiana a cualquiera que los contemplara. Sin embargo, obedeciendo a su confesor, a veces accedía a pintar temas morales o indiferentes, es decir, representaba la figura de alguna Virtud o Arte, pero tan modestamente ataviadas que era una cosa singular de ver. Siempre acostumbraba a dar cuenta de sus intenciones en el revés de toda obra que se pusiera a hacer, anotando todos sus pensamientos, el día que la comenzó y el nombre del Santo cuya fiesta se celebraba aquel día. Durante la Semana de Pascua nunca quiso pintar sino temas relacionados con la Pasión de nuestros Señor


En circunstancias oportunas, le aconsejaron casarse en el año de 1654. Se dispuso su boda, y era encantador contemplar a nuestro pintor representando el papel de novio- es decir, verle de una gravedad remilgada, su persona gallardamente engalanada, hubiloso y festivo- pero al mismo tiempo totalmente llevado de emociones y palabras de sentimiento y devoción. Cuando llegó la mañana en la que tenía que dar la alianza a la novia, no faltaba nadie más que el novio. Buscaron a Carlino por todas partes, hasta que finalmente se le encontró rezando en la capilla de la Crucifixión de S.S. Annunziata.


En la Pascua Florida de 1672, muy en contra de su voluntad, Dolci fue enviado a Innsbruck por Ana de Médicis. Había de ir en calidad de pintor de Corte en ocasión de las nupcias de su hija y el emperador Leopoldo. Cuando volvió a Florencia en septiembre

...el pobre Carlo empezó a sufrir incontables desgracias. Estas fueron ocasionadas por un pernicioso humor melancólico que, debido a su naturaleza pusilánime, reservada y tímida, le había rendido tan completamente que ya no era posible intercambiar una palabra con él, ni mucho menos sostener una conversación. Unicamente se expresaba opr medio de suspiros, el efecto visible de una mortal angustia del corazón. Sus amigos más íntimos se esforzaban en alejarle de aquellos pensamietnos que le hacían creer que había perdido ya toda su habilidad y que no valía pra nada. Estaba tanto más apesadumbrado sintiéndose agobiado por la manutención de siete hijas, y no añadía poco peso a las preocupaciones de su atormentada mente el aspecto de su esposa, la cual, estando obligada a cuidarle dia y noche, veía su salud arruinada por la fatiga.


Baldincci intentó todo lo que estaba a su alcance para ayudar a su amigo. Se ofreció para llevarle al campo, pero todos sus esduerzos resultaron vanos. Un aficionado, discípulo de Dolci, Domenico Baldinotti, tuvo más éxito. Ideó un plan en compañía del confesor del pintor. Un día los dos fueron juntos a casa de Dolci:

Baldinotti cogió una paleta, dispuso los colores sobre ella, preparó la espátula y los pinceles, y entonces disparó una gran arma de fuego - es decir, el cura tomando su posición, ordenó a Dolci que obedeciera y acabara el velo de una de la dos imágenes, de la siempre gloriosa Virgen María que ya estaba muy avanzada. El pintor obedeció, y la obra salió tan bien que sus fuertes temores de haber perdido toda habilidad artística se disiparon de inmediato y se desvanecieron aquellos fantasmas

Gracias a este afortunado ardid Dolci se recuperó lo suficiente como para pintar muchas cosas, aunque su método de trabajar seguía siendo extremadamente laborioso. Baldinucci continúa diciendo:


Tal vez parezca extraño saber que acabó tantas obras, siendo tan lento o, para ser más exacto, tardando tanto con cada cosa, porque a veces estaba semanas con un solo pie.

Durante el año de 1682 Luca Giordano, el famoso pintor, llegó a Florencia desde Napoles, de donde le habían llamado.

Giordano quiso visitar el estudio de los pintores más renombrados y entre aquellos, el de nuestro Carlo. Este le recibió con demostraciones del más sincero afecto, enseñándole todas sus obras. Giordano le alabó en sumo grado. Entonces, con aquella manera suya, libre y festiva, con su graciosos hablar napolitano, empezó a hablar así: "Todo me agrada, Carlo; pero si seguís así, quiero decir, si tardais tanto en acabar vuestras obras, creo que está muy lejos el día en que reunais los ciento cincuenta mil escudos que mi pincel me ha proporcionado, y creo que seguramente morireis de hambre."


Etas palabras, dichas en todo de chanza, fueron otros tantos puñales que hirieron el corazón del pobre Carlo, y a partir de entonces se vio acometido por multitud de pensamientos desesperados y empezó a mostrar señales de lo que ocurriría despues. Ya había acabado el hermosísimo cuadro (que sería el último) de la adoración de los magos, y lo mandó llevar al Palacio de la Gran Duquesa Votoria a quien le gustó mucho. La propia Sereníssima envió por el, y a su llegada su Majestad mandó traer el hermoso cuadro y, habiéndolo elogiado mucho en su presencia, mandó devolverlo a su sitio. Entonces, por orden de la misma Serenissima, se trajo otro cuadro que acababa de pintar Giordano, y su Majestad dijo: " Que os parece este cuadro?, Carlo. ¿Podríaais creer, en efecto, que se ha hecho, como verdaderamente ha sido, en el espacio de muy pocos días?"


A causa de este incidente, Carlino, cuya mente ya estaba oprimida por turbios pensamientos, empezó a cambiar extrañamente, y con una opinión equivocada de si mismo, caraterística de los melancólicos extremados, fomentó la idea fija de que no había en todo el mundo un maestro tan sin mérito como él


Volvió a casa totalmente cambiado, en un estado de ánimo confusísimo, para mayor pesar y pasmo de su familia. A partir de aquel momento sus pensamientos se desviaron del arte hacia extrañas vacilaciones de oscuras fantasías.

Dolci no se recuperó y murió en 1686

Ref- CATEDRA- arte grandes temas

MI COMENTARIO- Que bien pintaba las manos este hombre. Fijaros!

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