miércoles, 17 de septiembre de 2008

¿Sabías que el "padre" de Mario Bros ha sido nombrado Caballero de las Artes y las Letras en Francia?


Shigeru Miyamoto, creador de sagas tan famosas como Mario Bros o Zelda, acaba de ser condecorado con la prestigiosa medalla que el Ministerio de Cultura Francés concede a aquellos miembros de la comunidad internacional cuya labor en el ámbito de la promoción del arte y la literatura haya sido destacable. Este hecho pone en su lugar a los remedos de vanguardia que son las videocreaciones artísticas y reconoce por fin lo que en un futuro nadie dudará que es arte: los videojuegos.



El rey Midas de los juegos de consola

Desde su fichaje en 1977, Miyamoto ha conseguido para la casa Nintendo algunos de sus más sonados éxitos; videojuegos que no sólo han revolucionado la industria y el concepto de juego sino que, aún hoy, se mantienen en la lista de los más vendidos. Curiosamente, su formación no responde a la de un programador: graduado en la Academia de Artes Industriales y Manuales Kanazawa Munici, sus intereses ya desde pequeño estuvieron encaminados hacia la ilustración, el grafismo y el dibujo. Un artista que acabó reflotando un monstruo de la industria juguetera en época de crisis y que ha visto recompensado su talento con uno de los máximos galardones existentes en el mundo de la cultura.


La Orden de las Artes y las Letras

Condecoración de carácter honorífico concedida por el Ministerio de Cultura francés en tres grados -Caballero, Oficial y Comandante-, la Orden de las Artes y las Letras es una distinción que posee la finalidad de reconocer y recompensar la labor realizada en pro del desarrollo y difusión de la cultura artística y literaria en el mundo a aquellas personas que destaquen por sus aportaciones creativas. Un nombramiento que, en esta ocasión, ha ido a parar a tres "padres" de videojuegos; un hecho que asimila este género a la categoría de cultura, equiparándolo con cualquier otro merecedor de la denominación "arte".

Alternativas innecesarias

La circunstancia de que una institución de carácter oficial e influencia internacional haya elevado con su juicio al podio artístico-cultural el trabajo destinado a un producto hasta ahora de carácter lúdico, popular y masivo, que causa además controversias entre algunos sectores de la población, implica una reflexión acerca del sentido de determinadas creaciones que pululan hoy día sin demasiado rumbo por los circuitos artísticos: las videocreaciones. Si el arte ya existe en nuestra vida cotidiana, si lo tenemos delante de los ojos, aún sin darnos cuenta, y si por fin alguien ha decidido dejar de lado el snobismo conceptual y presentar las cosas tal y como son, ¿cuál es el sentido de un género como el de la videocreación? En realidad esta categoría es una redundancia, justificada muchas veces, en negativo, por una corriente de utilitarismo tras la que se ampara un arte cuyo mayor logro es no ser comprendido por la mayoría y que, además, y a pesar de los esfuerzos de festivales, instituciones y museos de arte contemporáneo, no posee un gran predicamento. El futuro decidirá; y seguramente lo que decida es que muchos de los anuncios televisivos y videojuegos de nuestra actualidad eran un arte que no supimos ver en su momento, ciegos como estábamos por una modernidad mal entendida.

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