jueves, 3 de abril de 2008

MURILLO








( Sevilla, 1617- Cádiz, 1682)

Bartolomé Esteban Pérez Murillo fue un gran maestro de la pintura barroca española. Hijo de un cirujano barbero llamado Gaspar Esteban y de María Pérez Murillo, de quién tomó el apellido para firmar su obra. Pese a gozar de una buena situación económica familiar, se queda huérfano de padre con tan solo nueve años, y de madre al año siguiente.

No hay una data exacta en la que se confirme cuando Bartolomé Esteban Murillo empezó su aprendizaje en la pintura, aunque todo parece indicar que fue en 1633, poco después de su viaje a las Indias. Así pues, con casi dieciséis años, Murillo entró en el taller del pintor Juan del Castillo, dónde permaneció hasta 1638, cuando parece ser que Castillo se trasladó a Granada. Murillo eligió a Castillo como maestro ya que compartían ciertos vínculos familiares.

Murillo estableció amistad con el pintor Velázquez, quién le invitó cordialmente a residir a su casa y le facilitó la visita a las colecciones pictóricas del Palacio Real, del Buen Retiro y de El Escorial. Asimismo, Murillo pidió a Velázquez cartas que le sirvieran de ayuda en un viaje a Italia, que pensaba realizar pero nunca llegó a emprender.

En 1644 Murillo fue recibido como hermano en la Cofradía del Rosario de la Iglesia de la Magdalena de Sevilla. Un año más tarde, Bartolomé Murillo pintó trece lienzos para el claustro de San Francisco el Grande de Sevilla, el cual le proporcionó un justificado renombre. También en 1645 se abrió una nueva era en la vida familiar de Murillo. El 26 de febrero, cumplidos los veintisiete, contrae matrimonio en la misma iglesia de la Magdalena en que fuera bautizado con doña Beatriz Cabrera y Villalobos. Con ella tuvo nueve hijos, cuatro de los cuales murieron en la epidemia de peste que se padeció en Sevilla, en 1649. A raíz de un par de cuadros que llevó a cabo para la Catedral de Sevilla, Murillo empezó a especializarse en los dos temas que más fama le han proporcionado: las vírgenes con niños y las Inmaculadas.

Murillo y su familia se trasladaron a la parroquia de San Bartolomé en 1663, dónde pasaron casi dos décadas. Por esta época Murillo ya era el primer pintor de Sevilla, por lo que además de multiplicarse su fama, también lo hacían sus ingresos, sobre todo gracias a la clientela eclesiástica. En estos años Murillo constituyó la Academia de pintura en Sevilla, dónde se perfeccionaban los pintores, escultores y decoradores sevillanos. Los dos primeros presidentes de la Academia fueron Francisco Herrera el Joven y Murillo. Pero los dos abandonaron el cargo poco después.Murillo también permaneció en la Hermandad de San Lucas, que acogía a los pintores sevillanos en su capilla en la iglesia de San Andrés.

En 1663 la esposa de Murillo, Beatriz Cabrera, murió coincidiendo con su último parto. A partir de este momento, Murillo vivió en la parroquia de San Bartolomé. Durante estos años, Bartolomé realizó diferentes trabajos.
En la década de los 70 inició los trabajos vinculados a las ceremonias de canonización de Fernando III, y se cuenta que su fama había llegado a la Corte y que Carlos II le pidió que se trasladase a Madrid, a lo que él contestó que ya tenía demasiada edad para eso.

En 1680 abandonó esta parroquia para irse a la de Santa Cruz, donde permaneció hasta el fin de sus días, pues mientras pintaba el retablo de los Capuchinos de Cádiz cayó y días después, el 3 de abril de 1682, Murillo moría a causa del golpe.

Por lo que se refiere al estilo de pintor barroco español, en sus primeros trabajos empleó una luz uniforme, sin apenas recurrir a los contrastes. En la década de 1640, este estilo cambió ya que es cuando trabajó en el claustro de San Francisco y manifestó un marcado acento tenebrista, influenciado por Zurbarán y Ribera. Este estilo se mantuvo hasta 1655, momento en el que Murillo adoptó la manera de trabajar de Herra el Mozo, caracterizándose así, por sus transparencias y juegos de contraluces, tomados de Van Dyck, Rubens y la escuela veneciana. También es un rasgo significativo de esta época el empleo de sutiles gradaciones lumínicas con las que consigue crear una sensacional perspectiva aérea, acompañada del empleo de tonalidades transparentes y efectos luminosos resplandecientes. La época en la que Murillo llegó a la cima del éxito fue en el Romanticismo, se hicieron numerosas copias que fueron vendida a los extranjeros que visitaban España.

Algunas de las obras más importantes de Murillo son: Vendedores de fruta, Mujeres en la ventana, Dos niños comiendo melón y uvas, y La Virgen del Rosario con el Niño.

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