domingo, 15 de agosto de 2010
La ruina de Palmira
Paseando por las Avenidas, un día de este verano, se me acercó un turista de nacionalidad incierta pero recién bajado de un trasatlántico. «¿Dónde ser -preguntó con acento germánico- famosas ruinas de Vigo?» Supuse yo que el hombre podría referirse a las salinas de la calle Areal, a la villa de Toralla o al poblado prerromano de O Castro. Así que comencé a señalarle en su mapa estos emblemáticos lugares. «¡No, no, no!", protestó el tipo de inmediato: «¡Yo querer ver grandes ruinas de Vigo: Bodegas Bandeira, Panificadora, ETEA, Ristorante Castillo!»
Asombrado, le situé en el mapa tan pintorescos edificios. En señal de agradecimiento, el hombre me explicó que era un reputado arqueólogo, profesor de la Universidad de Maguncia, que venía a nuestra ciudad atraído por sus célebres edificios abandonados: «En Centroeuropa ser ahora Vigo muy famosa: ¡La ciudad de las ruinas!", exclamó entusiasmado.
Vi al hombre alejarse, con sus pantalones bombachos y tocado con su salacot, y sopesé si era víctima de algún programa de cámara oculta. Pero pronto concluí que, en efecto, no sería extraño que Vigo estuviese ya, por derecho propio, en el catálogo internacional de ciudades ruinosas.
La lista del hombre comenzaba por Bodegas Bandeira, la ETEA, la Panificadora, y el restaurante El Castillo, pero podría continuar con el edificio Cambón, el colegio de Cluny, la Metalúrgica, los soportales del Berbés y los chalés del margen izquierdo de la Gran Vía. Al otro lado de la ría, soberbias, majestuosas, las ruinas de la antigua fábrica de Massó.
Hay en Vigo para hacer un recorrido turístico, y aun arqueológico, por un vasto catálogo de restos arquitectónicos que bien podría competir con Palmira, Petra, Tikal, Pompeya y el Gran Zimbabue. En esta ciudad, hay más ruinas que en Atenas y en Roma juntas. Podrá objetarse que la Acrópolis o el Coliseum son más antiguos, pero llegar a su edad es sólo cuestión de tiempo. Y, en muchos menos años, las ruinas de Vigo son mucho más ruinosas que las clásicas, con lo que ya llevamos un buen camino andado.
La Gerencia de Urbanismo -esa gloria que nos ha caído en gracia- vela por que el catálogo de ruinas se conserve y aun crezca, en lo posible. Tan ágil para dar licencias ilegales de obra, y recibir sentencias de derribo, tan preciada institución parece un poco lenta para desbloquear temas urbanísticos que se describen por su sola estampa.
Regresaba yo de estas reflexiones, cuando encontré de vuelta al profesor de Maguncia, entusiasmado: «¡Qué ciudad! ¡Qué ruinas! ¡Yo sentirme como Schliemann descubriendo Troya!». La próxima vez, le recomendé, venga usted cuando una manifestación del Metal. «¿Qué ser manifestación de Metal?», preguntó. «Una recreación histórica -dije- como la Guerra de Troya, pero en plan bestia». Se fue encantado. «¡Volveré!» Para que no se diga que no atiende uno al turista y promociona su ciudad?
Eduardo Rolland
Fecha de publicación:
15/8/2010 LA VOZ DE GALICIA
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Como siempre muy bueno el artículo de Eduardo Rolland. Yo leí "LAS RUINAS DE PALMIRA" y me dije "¿Que pasa, ya no quedan ni ruinas?
Y me encuentro que habla de OTRAS RUINAS.... ME REI UN BUEN RATO
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