martes, 28 de julio de 2009

Joaquim Sunyer



Sitges, (1874 - 1956)

Criado en el ambiente liberal y creativo de una familia de la burguesía catalana acomodada, pinta sus primeras telas hacia el año 1889 bajo la tutela de su tío abuelo Joaquín de Miró, representante de la escuela luminista de Sitges, entrando a estudiar en la escuela de la Llotja de Barcelona en el año 1890. Allí, entabla amistad con sus compañeros de estudios, Nonell, Mir, Canals o Torres García con quienes comparte admiración y entusiasmo por los dibujantes de Montmartre, como Steinlen y Daumier y que mas adelante serán conocidos como la "Colla del Sofrà", cuyo principal nexo fue, su interés por la modernidad.

En torno al año 1896, colabora con La Vanguardia con dibujos agrupados bajo el título "Escenas populares", ese mismo año y tras la muerte de su madre, se traslada a París, marchándose en condición de prófugo con veintiún años de edad. Los primeros momentos en la capital fueron de absoluta miseria hasta que comienza a realizar ilustraciones, marcadas estilísticamente hablando, por un tránsito hacia el simbolismo. Consolidada su reputación como ilustrador, en 1903 tras participar en dos volúmenes de "Les Minutes Parisiennes", el marchante Vollard adquiere algunos de sus óleos. Desde este momento su participación en el Salon d'Automme, será constante año tras año En 1908, regresa a España y comienza a trabajar en su serie de paisajes rurales de Sitges, al modo de Cézanne en Aix-en-Provence, tratando de agotar las posibilidades de soluciones estéticas a partir de un mismo motivo.

Desde 1912 hasta 1917 queda inmerso en la investigación cubista, aplicando sus soluciones tanto en paisajes como retratos, siendo las obras emblemáticas de este periodo, "Las Costureras" y "Cala Forn". Siempre atento a todo lo que suponga ir mas allá de lo establecido, comienza desde 1923 y hasta 1936 a trabajar dentro de la estética de la Nueva Objetividad. Con obras presentes en museos de París, Madrid, Barcelona o Bilbao, el estallido de la guerra civil le obliga a establecerse en el sur de Francia y mas tarde en de nuevo en París, de donde no regresará hasta el final de la contienda, no sin tener que pasar por amargos momentos en los que se le pidieron responsabilidades políticas.

En su tierra natal, continua pintando paisajes y retratos, desde la calma de una persona que ha "vivido", es el momento del reconocimiento absoluto a través de exposiciones y homenajes como el Gran Premio a la Vida y a la Obra de un Artista que en 1954 le concede la Bienal de Arte de la Habana.

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