miércoles, 4 de febrero de 2009

El regreso de Bacon


Casi veinte años después de su última visita, y con ocasión de la celebración del primer centenario de su nacimiento, Francis Bacon regresa una vez más al Museo del Prado (Madrid, España), el espacio donde pasó buena parte de sus últimos años de vida, en una exposición organizada por la Tate Britain y el Metropolitan de Nueva York. La expectación generada en torno a esta muestra es enorme; no es de extrañar, es la primera vez en treinta años que podrá visionarse en España sus magníficos y potentes lienzos, entre los que destacan 16 de los famosos trípticos del artista, traídos para la ocasión. Una exposición que ningún amante del arte puede perderse si desea conocer la cara más sincera y desgarrada del ser humano.


La polémica acompaña una vez más la obra de uno de los grandes y, como en esta ocasión no había opción a los argumentos, ésta se ha centrado en la idoneidad de la ubicación de la muestra "Francis Bacon". Pero ¿cómo podría no ser el Museo del Prado el mejor enclave para la gran presentación de Bacon en España? Su visión descarnada y sin barreras de la condición humana, de la propia vida, no puede tener mejores partenaires que Goya o Velázquez, artista este último, además, a quien tanto le debemos los entusiastas de obras como las versiones que del Retrato del Papa Inocencio X realizó el famoso irlandés.


Un total de 62 obras, y una colección de objetos de archivo que permiten documentar el proceso de creación del artista, se agrupan en torno a una serie de hilos conductores que posibilitan el acercamiento a la obra de Bacon en base a algunas de sus grandes filias: el movimiento y el cuerpo humano, la "religiosidad", la angustia vital o sus escogidas y heterodoxas amistades. Una exposición que alberga en sí misma el espíritu del hombre del s.XX, como bien se ha dicho anteriormente de la producción de Francis Bacon, y de la que poco más se puede añadir, excepto que es indispensable de ver.


La muestra alberga obras desde los inicios de su trayectoria (de una forma completamente excepcional pueden visionarse algunas de las obras que realizó el artista en la década de los treinta) hasta finales de los años 80, etapa última de su producción. Hay que destacar la oportunidad que supone el poder disfrutar en directo de obras como sus famosos trípticos Tres estudios de figuras al pie de una Crucifixión, Tres estudios para una Crucifixión, o Tríptico inspirado por el poema de T.S. Eliot "Sweeney Agonistes", junto con otras del calibre de Henrietta Moraes, Retrato de Isabel Rawsthrone de pie en una calle de Soho o sus series inspiradas en uno de los compañeros que más dolor e inspiración le causó: George Dyer.

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