lunes, 6 de julio de 2015

Los vigueses se van de excursión


Me encantan estas historias que escribe JORGE LAMAS en LA VOZ DE GALICIA...Hace nada, un soplo en la historia, mi padre programaba un viaje a la isla de la Toja, y era algo como ir hoy a París. Yo me iba de excursión con mis amigas a la Bouza y  me da la risa cuando lo pienso porque "está ahi al lado". Te das cuenta que lo que sucedió en el siglo XX pareceran hechos ocurridos en la Edad Media para nuestros hijos y no digamos para nuestros nietos...Pero que generación tan maravillosa la de "esos nuestros padres y abuelos"- Vieron pasar ante sus ojos tantos cambios, yo creo que más que nunca antes y los aceptaban como normales y a veces como "una modernidad inevitable"... 


La llegada del tren a Galicia supuso un cambio de hábitos importantes. Casi todas las clases sociales podían ya viajar simplemente por ocio. Se ponía de moda la excursión colectiva. Los vigueses no escaparon a aquella tendencia que les permitía conocer ciudades conectadas por ferrocarril con Vigo. Oporto, Ourense o Santiago se hacían más amigables para los vigueses.
Una muestra de la repercusión que tenían aquellos eventos fue la devolución de visita a Santiago efectuadas por los vigueses el 3 de julio de 1910. Unas setecientas personas se agolparon -salvo los afortunados que iban en los tres vagones de primera clase- en el tren que partió a las ocho de la mañana y llegó a Compostela a las cerca de las doce del mediodía.
Aquella magna excursión estuvo encabezada por Federico Barreras, vicepresidente de la Asociación para el Fomento del Turismo, un ente que había impulsado Vigo como destino turístico para los británicos que buscaban destinos de naturaleza virgen. Con aquel empresario iban representantes de la corporación municipal, como Antonio Sanjurjo, de la Cámara de Comercio y de numerosas asociaciones de la diversa índole.

«Para recibir a los vigueses había hecho Santiago grandes preparativos», escribió Jaime Solá. El director de Vida Gallega participó en aquel evento y lo describió en su revista. «Por todas partes veíanse banderolas y mástiles, guirnaldas, arcos y dedicatorias», añadía el periodista, que ilustró su posterior reportaje con fotografías propias y de los reporteros gráficos Sarabia y Gil. Y aquellas imágenes dan buena muestra del espectacular recibimiento deparado a los vigueses por los habitantes de la capital de Galicia, aunque entonces solo lo era del ámbito espiritual.
«Era notabilísimo el arco levantado en el Pilar por los obreros, que constituyeron una comisión especial de festejos para obsequiar a sus compañeros los vigueses», añadía Solá, al tiempo que destacaba que estaban implicadas todas las clases sociales.
Los vigueses no perdieron detalle y llevaron incluso la banda municipal de música que amenizó el viaje y el desfile de los excursionistas por las viejas calles compostelanas.


El alcalde local, Francisco Piñeiro, recibió a sus huéspedes desde el balcón del palacio de Raxoi, mientras que en la plaza del Obradoiro se entremezclaban los vivas a Vigo y a Santiago de Compostela.
Al mismo tiempo que la delegación oficial comía en el Ayuntamiento, el resto de los vigueses tomaron el Franco para reponer energía. Aun hubo tiempo después para ver el botafumeiro en acción y realizar una visita a las tumbas de Alfredo Brañas y Rosalía Castro, en Santo Domingo de Bonaval. «Allí, en la semiobscuridad de una clase, resonaron los ecos del himno de Galicia, que se ejecuta y que se canta en La Habana y que aquí apenas conocemos», afirma el director de Vida Gallega. El último acto realizado por los excursionistas fue colocar una corona de flores en la estatua de Méndez Núñez existente en la alameda. A las ocho y quince minutos partía el tren hacia Vigo, mientras «a ambos lados de la vía estaba lleno de santiagueses en una extensión de más de tres kilómetros.

El viajes a las islas Cíes costaba 2,50 pesetas y salía a las tres de la tarde
Pero la excursión tiene también en la ría un ámbito importante de desarrolla. Las jiras marítimas tienen como destino todas las direcciones de la ría. Las Cíes no podían escapar a aquel furor ocioso dominguero. En aquel verano de 1910 todavía no había línea regular con las islas, pero sí se establecían excursiones de domingo. El vapor La Puebla, que habitualmente enlazaba Vigo y O Morrazo, realizaba excursiones los domingos, costando el billete 2,50 pesetas. Lo curioso es que el barco zarpaba de Vigo a las tres de la tarde. En la publicidad de la época se decía que los excursionistas se encontrarían en la isla Norte con un centenar de cazadores pertenecientes a la Sociedad de Caza y Pesca, que había salido hacia el archipiélago de madrugada. La vuelta estaba prevista a las siete de la tarde.
Otro de los destinos favoritos de los vigueses era la desembocadura del río Oitaven-Verdugo. Los barcos eran alquilados por grupos de amigos que, en este caso, comían en las riberas del río
Aquel ambiente turístico alcanzó su cénit en julio de 1910 con la presencia en Vigo de un grupo de periodistas británicos invitados por la sociedad de promoción turística con el fin de publicitar las excelencias de Galicia. A aquellos periodistas les llevaron por de jira marítima y de excursión a posibles destinos para sus compatriotas. Tanto los balnearios como los ríos trucheros era muy apreciados por este tipo de turistas.

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