miércoles, 5 de noviembre de 2008

Joan Miró: Pintura y antipintura (1927-1937)


El popular MoMA neoyorquino plasma en una gran retrospectiva la intención artecida del pintor catalán en el periodo convulso de entreguerras. La voluntad stricto sensu de matar el arte, respuesta visceral ante las sacudidas de una época que acabaría demoliendo el mundo tal y como se conocía, refleja al Miró más opaco, turbulento e injurioso, propone interrogantes todavía vigentes y muestra una obra que transita «tanto en lo intencionadamente feo como en lo salvajemente bello»



“Quiero asesinar la pintura”

El MoMA ha osado perpetrar la imagen del Miró convencional aclamado por la crítica y aceptado por el establishment, el Miró de superficies coloreadas y estrelladas, incurriendo en los ambientes caliginosos y ácidos por los que deambuló el autor, estética y existencialmente, entre la década de los veinte y los treinta. Una época estremecida donde las turbulencias históricas obligaban al arte a posicionarse. La respuesta del pintor en pos de una forma de expresión contemporánea alejada de corsés y convencionalismos pictóricos se patenta en la voluntad de “matar, asesinar y violar” las formas tradicionales de producción artística. Noventa pinturas, collages y diversos objetos que se revelan contra el materialismo artístico y el uso burgués del arte como propaganda. El MoMA muestra ese punto de inflexión, ese impulso que acompañaría al genio surrealista hasta el fin, trazando una senda que zigzaguea entre las vanguardias germinadas en la vorágine de un periodo zarandeado. “Es el cuadro más desnudo posible”, arte del vacío para tiempos de orfandad, cuando el mundo parece haberse olvidad del hombre. Así asesina Miró a la pintura a finales de los veinte para volver a ella una década después.


Paralelismos


“Retratos imaginarios” e “interiores holandeses” -obras exhibidas en el MOMA- responden al anhelo transformador y reivindicativo, pero también a la fluctuación y al cambio, a la crisis y al desasosiego. Muchos son los que encontrarán paralelismos, obviando las palmarias diferencias contextuales, entre la crisis actual y la situación en la que Miró elaboró sus primeras obras, un lapso achurado en la corteza de la historia que advierte de cambios inminentes. Parece inoportuno nivelar la gran depresión de los Estados Unidos, la Guerra Civil española y los conflictos políticos que desembocarían en la Segunda Guerra Mundial e influirían en el pulso del artista barcelonés, con la crisis económica que padece el mundo global presente, mas la vulnerabilidad actual y el ambiente enrarecido permiten semejanzas. Bajo esta premisa el MoMA recupera la obra de Joan Miró del 1927 al 1937, considerando que en ésta se vislumbran cuestiones y propuestas aún vigentes. Una retrospectiva que pretende arrojar luz sobre el futuro

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