martes, 28 de septiembre de 2010

Sólo Gauguin


La pintura moderna, aquélla que se gestaría a lo largo del s.XX e incluso finales del XIX, ha disfrutado de varios padres, en concepto y forma: los precursores, sin los que el arte tal y como se conoce a día de hoy no sería posible. Pioneros que, en muchos casos, serán vanguardistas y canónicos, modernos y tradicionales al tiempo. Gauguin responderá a una de estas definiciones, con una obra que se postulará entre la ruptura y el primitivismo, desarrollada siempre a costa de una concepción del color que resultará determinante en el desarrollo del posterior fauvismo. Un pintor que creará su propia leyenda, aventurera y mítica, cuya explosiva plástica se convierte ahora en la Tate Modern ( Londres ) en objeto de exposición de la primera muestra que Gran Bretaña dedica al genio francés en 50 años.
Junto con las exposiciones ya finalizadas dedicadas a autores como Picasso, Matisse, o la más reciente en torno a la obra de un menos conocido Henri Rousseau, la presente muestra vendría a completar un ciclo concebido por la Tate para homenajear a los grandes precedentes clásicos de la modernidad.


Grandes artistas cuyo conocimiento es obligado para comprender el desarrollo y la creación de todo el arte de vanguardia, los istmos del s.XX, y la posterior evolución de éste hasta la actualidad. Así, con "Gauguin" se recoge una de las producciones clave de esta nueva plasticidad que estaba naciendo a comienzos del siglo pasado y se ofrece una oportunidad para redescubrir al postimpresionista en todas sus facetas, desde las más típicas -como las que lo asocian al exotismo de los Mares del Sur y al mito- hasta otras mucho más tradicionales, en las que se recupera a un Gauguin interesado en los paisajes de la Bretaña francesa.


Un autor que la Tate muestra ahora desde la actualidad no sólo de su obra, plenamente vigente aún, sino del propio hecho artístico y la concepción de su identidad como creador. Una posición que el museo logra entroncar con nombres como Damien Hirst o Gilbert y George, quienes, al margen del abismo estético, han creado igualmente su propio mito. Un discurso que sirve de pretexto para mostrar algunas de las piezas más famosas del francés, al tiempo que explorar los diversos roles aceptados por Gauguin. Una muestra excepcional, la primera de importancia dedicada al artista en el país en medio siglo, en la que no podían faltar como reclamo principal el color, la energía, la vida y las famosas mujeres tahitianas de un hombre que nunca dejó de buscarse.



Más información: Tate Modern

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