sábado, 9 de noviembre de 2013

 ALTRUISMO HASTA CIERTO PUNTO


 
En una residencia de ancianos tiene lugar una conferencia sobre la 
donación de órganos.

En el coloquio final, uno de ellos se levanta y anuncia: -Cuando me 
muera quiero donar mis ojos.
Otro se levanta y dice: Cuando me muera quiero donar mi hígado.

Todo el mundo empieza a decir lo que va a donar cuando se muera, y ya 
solamente queda por hablar un octogenario.
Le llega el turno y muy serio don Jaime declara: -Cuando yo me muera voy 
a donar mi pene.

Todos los presentes exclaman:
-¡Qué generosidad, qué maravilla!, ¡Nunca nadie se había ofrecido 
para donar eso!

Todos gritaron: ¡Viva don Jaime, que va a donar su pene!
Con el fin de felicitarlo, todos empiezan a gritar:

¡Que se levante! ¡Que se levante! ¡Que se levante!
abuelo bastón piensaY don Jaime con una sonrisa dice: ¡Un momento, si se levanta, no lo dono!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La última oportunidad. Conviví, cuide de mis abuelos paternos (Los maternos murieron muy jóvenes, no les conocí) solo mi curiosidad, algo que desde casi de la cuna dicen que ya lo era. (Preguntando, mirando sus fotos, casi llegue a conocerles) Correr con tan solo ocho meses, leer y escribir a los tres años, salir de la escuela un año antes, según la maestra, lo que me tenia que enseñar era cosa del instituto, (recuerdo la presencia de un inspector, el cual me hizo un examen, conseguí, el Certificado Escolar)enamorarme a los once. A lo que íbamos, a mi abuelo le gustaba más una mujer, que a un torpe un pito, enfermo lo estuvo siempre, el día que nació mi padre, para descargar la adrenalina, su bici cogió, con tan mala suerte, que desde aquel día, la no existencia del invento de Fleming, llegó un poco tarde, cuando llegó venero al sabio, hasta el punto, de tener un armario, expresamente dedicado, a la penicilina, desde el primer frasco. Si al sabio veneraba, ríete del exquisito gusto que tenia hacia las señoras (Mi abuela, una guapísima moza, piel clara, ojos de un gris-verdoso, un don de gentes, que para mi quisiera, tuvo exquisito gusto al enamorarse de ella. Pero, llegado a cierta edad, su debilidad las mujeres, los ojos le hacían chiribitas, su sonrisa y su mirada le delataba, es de suponer, que de haber tenido ocasión, hubiera hecho el ejercicio del levantamiento, después le llego el turno a mi padre, de tal palo tal astilla, cumplir los sesenta y como al abuelo, los ojos solo se fijaban en todo lo que llevaba faldas, quien dice faldas un pantalón a poder ser ceñido (Lo que hubiera disfrutado con esta moda impresentable, los legui)Menuda tendencia, me pregunto más de una vez, si algunas de las que lo llevan, tienen espejo y ojos, o alguien que le diga: Nena, tu te has visto, es un horror verte con eso- Ni maridos, ni novios, ni madre, con culos tan orondos, que necesitan dos asientos, para mis inri, la parte de arriba de tan singular tendencia, a rallas horizontales, que manera más soez, ese seguir la moda por que así lo ha dispuesto tal o cual modisto/a. ¡Que carnes, mi querida Inés! Las bellezas de Remembran, a su lado, parecen escuálidas, pero como hay gente pa to, sobre todo si han llegado a los sesenta, me consta, por haberlo escuchado, decir ¡Que carnes más hermosas! Lo dicho, la ciencia adelanta una barbaridad (Don Hilarión, en La Verbena de la Paloma)más a los sesentones, les pirran las magras carnes...Te abraza, tu incondicional, amiga. T

ines dijo...

Ja, ja Teresa, te conocí desde el primer párrafo. Un abrazo