miércoles, 4 de marzo de 2009

Walker Evans EXPOSICION


Más de un centenar de fotografías originales tomadas por Walker Evans durante seis décadas (1928-1975) se expondrán en la Sala Azca de la Fundación Mapfre (Madrid, España). Instantáneas “vintage” para documentar la carrera del norteamericano que retrató la Gran Depresión: “una de las figuras que más ha influido en el arte contemporáneo señalando el camino a seguir en la fotografía.

Sus imágenes son sencillas técnicamente y con ellas allana el camino al arte; todo podía ser bello”, según Pablo Jiménez Burillo, director general del Instituto de Cultura de la fundación citada. Pese a que la exposición se centra en la producción del 35 y 36, pretende ofrecer una visión amplia del cómputo total de la obra y de la actividad incesante de un referente mundial, no sólo de la fotografía, sino del arte en general.


Fotografía documental

Walter Evans ha sido un pilar básico que ha ayudado a desarrollar la fotografía, propulsando esta disciplina y dotándola de una entidad e importancia que ayudaría a futuros fotógrafos a ver en las instantáneas una forma artística de reflejar la realidad y los acontecimientos que les rodeaban; una suerte de medio estético en el que plasmar el fulgor del instante. Para ello se alejo de lo que por entonces se consideraba arte.

Del sentimiento, la belleza y el formalismo sugerente que esgrimían los fotógrafos para reivindicar tal estatus para su disciplina, Evans se desprendió abogando por la desnudez, por la plasmación “documental de los hechos", representando los objetos y las acciones despojadas de todo artificio e intervención presuntamente artística. Esta renuncia a la pretenciosidad y al deseo de ser arte es lo que confirió a su producción un carácter artístico que décadas después seguiría siendo admirado: documentos sin ínfulas estéticas, fijando, de forma austera y humilde, tiempo e imagen, eliminando la dicotomía entre belleza y fealdad, otorgando a la imagen su raison d’être. Del artificio artístico depauperado a la claridad y agudeza de la percepción fotográfica, eliminando el falso sentimentalismo y la recurrencia habitual a la que se era tan propenso en la época. Reflejó la complejidad de la sociedad capitalista americana con lacónicas instantáneas en cuya sobriedad radicaba su potente expresión.

El ojo de un poeta


La exposición, en boca de Pablo Jiménez Burillo, “abarca desde sus primeras fotografías hasta las que hizo con Polaroid en los últimos años de su vida. Es la mejor exposición posible sobre uno de los mejores fotógrafos”, además considera que “esto es algo verdaderamente excepcional. Pocas exposiciones se pueden hacer sólo con ‘vintages’”. A colación de la índole única del artista, se refiere considerando “que consigue comunicar con el espectador de una forma intensa y clara en su afán de contarnos la realidad y el cómo son las cosas. En la exposición resulta muy fácil reconocer los sentimientos”. Pero no se tratan de sentimientos impuestos, manipulaciones hábiles del propio artista, sino de la luz que se filtra entre las rendijas de una imagen cruda plasmada en gelatina de plata. La exposición nos muestra un legado que revolucionó la estética americana y la fotografía mundial, un testimonio ineludible; el reflejo de una sociedad.

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