viernes, 14 de enero de 2011

Los padres no existen; son los Reyes Magos


Un día por estas fechas, siendo niño hace un suspiro, sorprendí a mi padre poniendo los regalos de Reyes. Me miró, nos miramos y cuando pasó el primer momento de estupefacción, se acercó a mí y me dijo: "Ya es hora de que te diga la verdad: los padres no existen. Yo soy el famoso rey negro Baltasar". Desde entonces supe que los padres no eran más que reyes disfrazados, y que el mío se había quedado como Baltasar de trabajar como un negro para hacerme los regalos. Esto no es que haya ocurrido así pero el cerebro está para confabular cosas como estas, para urdir autoengaños que nos permitan ir sobreviviendo. En cualquier caso, los Magos al igual que Dios siempre nos sirven como recurso metafórico, como sujetos virtuales sobre los que podemos volcar nuestros deseos. A mí me preguntó no sé si mi mujer o la mujer de otro qué quería que me trajeran los Reyes y le respondí al segundo.
–Que me traigan lo que he dejado de hacer en la vida por gilipollas.

Lo que no hicimos. Tengo un amigo que tiene el Síndrome de Omisión (tampoco existe pero suena bien). Toleó y antes de que lo internaran me escribió una carta que acababa así: "A todos nos va pasando. Es como una epidemia. A medida que vamos cumpliendo años y –para decirlo sin eufemismos- nos vamos haciendo viejos, el tiempo se nos escapa, la ansiedad nos invade y nos entran las prisas. Volvemos entonces la vista atrás y nos arrepentimos de nuestros pecados de omisión. Cómo pudimos ir dejando tantas cosas para más tarde. Con qué ridículas disculpas, tan de mal pagador. Pero, ¿de verdad creímos que los días iban a discurrir siempre con la parsimonia de aquellas eternas vacaciones adolescentes?".
Mis amigos mayores a los que yo sigo de inmediato, ya doblaron los sesenta, esa edad que no sabes cómo contarla porque parece una declaración de últimas voluntades aunque luego dicen que no es para tanto. Ímagínate que por casualidad acabas de ligar a una de esas bollos que buscan un padre sustitutorio y, en el acto del amor ese, se le ocurre preguntarte cuántos años tienes. Si tú dices sesenta corres el riesgo de que al pronunciar tal palabra se te bajen hasta las ganas, porque no estás acostumbrado a convivir con el sonido de esa cifra. Puede que el cuerpo envejezca pero el espíritu no se lo cree. Hay quien elabora su propia teoría de autoconvencimiento, como el ex alcalde de Arbo, que al borde de una comida me preguntó la edad y cuando le respondí que "mmmmm y nueve" dijo.

–Bah, aún te falta para llegar a la mía. Yo soy un sexyntón, mira qué cuerpo maravilloso y curvilíneo.
No voy a ocultar que mis amigos sesentones están un poco obsesionados por el paso del tiempo, y si tuvieran que pedir algo a los Reyes hubiera sido eso: que les devuelvan lo que pudieron hacer y no han hecho. Claro. Amparados en las optimistas estadísticas de esperanza de vida, y alegando excesivas ocupaciones, incluso pospusieron quehaceres para después de la jubilación, una etapa que tienen hoy en el alero, dada su cada vez más precaria salud –consecuencia de baldíos excesos– y de las medidas anticrisis. Se arrepienten, sí, de no haber hecho esto o aquello y les apena. Pero lo que de verdad sufren –débil e imperfecta condición humana- es comprobar lo difícil o arriesgado que van teniendo esas cosas que tanto les complacen, aunque radiquen en su animal cerebro primigenio. El deterioro de su carrocería y los últimos datos analíticos les alertan de que la artrosis, la arterioesclerosis, las dificultades cardiovasculares o la misma caída del imperio fálico, pueden estar a las puertas. Y les entra el pánico. Y maldicen haber dejado escapar aquellas ocasiones que se les abrieron en el pasado por pura desidia o impostada chulería, que hoy les hubieran valido de tanto consuelo.

No siempre pasa porque hay tipos hiperactivos que prolongan la juventud casi hasta la muerte y han aprovechado todas las ocasiones que han surgido en el camino. Hay quienes se lo toman con sabiduría y templanza. Tengo un amigo que se llama Correa Deulofeu, pintor y poeta, que acaba de cumplir sesenta y le dio por componer una poesía de recepción: "Se me fueron los cincuenta,/ casi sin darme cuenta,/ se me fueron los cincuenta,/ ¿dónde habrán ido a parar?". Sigue con otros versos y acaba Deulofeu con un cuarteto final. Adiós queridos cincuenta,/ fuisteis parte de mi vida,/ hoy les doy la bienvenida/ a mis flamantes sesenta".
Fernando Franco

MI COMENTARIO- Querido Fernando, echando un vistazo al FARO DE VIGO el otro día leí LOS REYES NO EXISTEN, SON LOS PADRES y ehhhhhh me dije ¿Quien ha escrito esto? y pensé "pobre Fernando, está camino de la debacle total" pero volví a leer y me di cuenta que ponía: Los padres no existen; son los Reyes Magos...Que alegría! El mundo volvió a su lugar!

¿Porque será que los hombres cumplen tan mal? No se puede generalizar, claro, hay de todo, pero veo, observo... es como si las mujeres, por lo menos las de mi generación, nos fueramos liberando de muchas cosas y esa libertad nos da energía y ganas de vivir...bueno, quizás sea un tema profundo y filosófico y no me entretengo mas que HACE SOL.

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La sonrisa perdida- JAIME CORREA DEULOFEU
Quién eres? -preguntó Dios
Soy el hombre.
Y hacia dónde vas?.
No lo sé, me he perdido…

En mi vida nunca he tenido problemas para el descanso, pero debo reconocer que desde un tiempo a esta parte me está costando conciliar el sueño. Quizá sea normal camino de los sesenta, no obstante creo que los acontecimientos de los últimos días tienen también algo que ver con eso, y con mi sonrisa perdida.

Hace días que con la tragedia haitiana el cielo se tiñó de gris, y brotaron en verso mis “Lágrimas por Haití”.

Haití, mis lágrimas de hoy son para ti.
Por tus sobrevivientes, por tu pueblo valiente.
Por tus madres sufrientes, por tus muertos vivientes.
Jugando a ser irónico y cruel,
el destino encargó a la muerte que te devuelva la vida.
Y al final de ese juego esperpéntico, iracundo,
recuperas tu lugar en el mapa del mundo.
El que te arrebató la historia, el que nunca deberías haber perdido,
porque nadie bien parido podrá olvidar jamás,
quién eres, dónde vives, hacia dónde vas.

La tierra tiembla y con ella
la conciencia de los pegados al poder, de los sin alma,
de los extraviados en la evolución de la especie,
de los que perdieron la humanidad y quedaron anclados
al eslabón de los predadores carroñeros.
Después de ti Haití, nadie podrá reconciliar el sueño,
nadie podrá seguir siendo el mismo de antes.
Conciencias que claman, pesadillas que interrogan.
Quién te condena a purgar culpas ajenas?.
Quién se merece una generación perdida?
Qué Dios clava su espada en tu eterna herida?

Tu trágico destino ha hecho variar
la dimensión del tiempo, con razón.
Las agujas del reloj marcan ahora
la hora de la reconstrucción.
A través de los ojos de tus hijos sin padres,
sin familia, sin pasado, entre ruinas y escombros,
entre llantos sin consuelo, vuelves a ver al final del túnel
una luz de esperanza.

Una paloma se abre paso entre la tierra y el cielo.
Si, el mismo que compartimos con tiranos y corruptos,
con esos que te privan de alimentos,
con esos que quisieron saquear una página de tu historia
para enterrarla en el abaismo más oscuro
pero que no podrán robarte jamás,
la página más hermosa de tu futuro.

Entre la tierra y el cielo, una paloma eleva su vuelo,
su inocencia no entiende de fronteras,
ni de idiomas ni color de piel.
Ella no distingue entre invasiones camufladas
o generosidad sin límites.
Tan solo bate sus alas
con la inagotable energía de la solidaridad.
con la fuerza del amor.

La lluvia de millones que te llega en esta hora cero,
que no exima la responsabilidad
que le cave al mundo entero.
Enterrado quede para siempre
el dolor de lo que fue, y de tus cenizas,
brote un nuevo jardín de esperanza,
con flores de dignidad para tu pueblo,
con perfume de libertad para tu gente.

Que mis lágrimas, Haití,
te ayuden a encontrar la ilusión perdida,
que acompañen tu andar con calma, sin prisa
y volverá entonces la paz a tu alma,
cuando recuperen tus hijos la sonrisa.


http://jaimecorreadeulofeu.blogspot.com/

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