martes, 24 de noviembre de 2020

JOHN LAVERY

 



 (Belfast, 1856-1941). Pintor británico. Estudió en Glasgow, Londres y París. Trabajó primero como ayudante en el estudio de un fotógrafo, retocando negativos y coloreando fotografías, lo que tal vez marcara su afición a la pintura de retratos. 

Entre 1881 y 1883 estuvo en Francia; en París estudió con Filippo Colarossi y en la Academia Julian; también pasó una temporada en 1883 en Grez-sur-Loing, al norte de Francia, con la colonia de artistas que se reunía allí, y pintó paisajes al aire libre bajo la influencia del «realista» Jules Bastien-Lepage y de los impresionistas; allí conoció a otro pintor irlandés, Frank O'Meara. En 1885 volvió a Glasgow, donde se convertiría en la figura principal de los renovadores Glasgow Boys, con David Young Cameron y Ernest Atkinson Hornel; después, se trasladó a Londres, donde abrió estudio y empezó a exponer con éxito en 1886 en la ­Royal Academy. 

John Lavery triunfó como cronista de la alta sociedad tanto en Inglaterra como en Irlanda y Escocia, en parte gracias al aire mundano, elegante y sofisticado que lograba imprimir a sus personajes; un aire que lo emparenta con otro retratista de éxito, John Singer Sargent. Un encargo de la reina Victoria para que hiciera un cuadro de gran tamaño sobre la visita de la familia real a la exposición de Glasgow de 1888, que pintó en 1913, lo puso de moda como retratista, aunque siguió pintando paisajes, entre otros lugares en Tánger, donde tuvo una casa. El pintor que más influyó en John ­Lavery fue otro americano, James McNeill Whistler, y, a través de él, Édouard Manet y Diego Velázquez. 

En 1891 estuvo en Madrid, y copió cuadros del sevillano en el Museo del Prado (Baltasar Carlos y la reina Mariana), mientras afirmaba que «solo tenía ojos para él»; además, tuvo tiempo para ir a los toros una docena de veces. 

El conocimiento de estos artistas le sirvió para dar más importancia al color que al dibujo y emplear una pincelada suelta. La huella del sevillano se puede ver en sus retratos de Cunningham Graham (1893), Lady Lavery con sus hijas (1911) y El rey Jorge, la reina Mary y sus hijos (1913). 
A primera vista, Velázquez se convirtió en el ejemplo para los pintores victorianos. Francis Grant, autor del retrato de James Keith Fraser a caballo (1845, Paul Mellon Collection), reconocía que le debía gran parte de su éxito, y a Frank Holl le llamaban «el Velázquez inglés». 
John Lavery fue un pintor de éxito, que se movió cómodamente entre los grandes de Europa, a los que trató y retrató, además de hacer la crónica de hechos históricos. Ese papel como artista y como miembro triunfante de la sociedad le hacía sentirse cercano a Diego Velázquez. 
Su posición social y sus buenas relaciones le permitieron colaborar en las negociaciones para el tratado de 1921 entre Ingla­terra e Irlanda ejerciendo como diplomático. En agradecimiento, un retrato de su mujer figuró en los billetes irlandeses.


Museo del Prado

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