martes, 24 de noviembre de 2020

CARLOS DE HAES

 



Bruselas, 27.1.1826 - Madrid, 17.6.1898

De origen belga, Carlos de Haes se instaló en Málaga con su familia cuando contaba con tan sólo nueve años de edad. Allí recibió sus primeras enseñanzas artísticas, con el pintor canario Luis de la Cruz (1776-1850), retratista y miniaturista de cierta reputación. Sin embargo, fue a partir de 1850 durante su viaje de vuelta a Bruselas, donde se hizo discípulo de Joseph Quinaux (1822-1895), cuando entró en contacto con el paisajismo de las escuelas de Namur, Tervueren y Termonde, y donde forjó el estilo artístico que le daría su gran nombre en España.

En 1856 Haes regresó a España, coincidiendo su vuelta con la primera de las Exposiciones Nacionales de Bellas Artes, en la que presentó con gran éxito algunas de sus obras. La buena recepción que se dio entonces a su pintura y, en gran medida, el descubrimiento de los espectaculares parajes del Monasterio de Piedra (Aragón), determinaron su establecimiento definitivo en España, a lo que ayudó también la cátedra de Paisaje que obtuvo en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, que acababa de quedar vacante, tras la muerte de Genaro Pérez Villaamil.

La plástica de Haes supuso una importante renovación del género del paisaje en España, puesto que se apoyaba en un contacto mucho más directo con la naturaleza, por sus frecuentes excursiones al aire libre para tomar apuntes y realizar bocetos de paisajes que le proporcionaron una perspectiva mucho más realista de como la concebían sus antecesores. En efecto, desde poco tiempo después de ocupar su cátedra, Haes alentó la salida al campo de sus alumnos para estudiar del natural paisajes como los de los alrededores de Madrid, a los que acudía con frecuencia.

Su nuevo éxito en la Exposición Nacional de 1860 vino de la mano de su recepción como académico de número, dictando un discurso teórico sobre los orígenes del paisaje. Otros escritos artísticos de Haes sobre asuntos técnicos y teóricos, tienen también una clara perspectiva muy cercana a la actitud comprometida con la docencia que marcó toda su trayectoria vital.

 Entre los años sesenta y setenta, viajó por numerosos puntos de la península, prefiriendo el interior del Levante español así como toda la cornisa cantábrica, buscando nuevos parajes de los que tomar referencias directas en forma de apuntes y de bocetos, que luego en su taller madrileño convertía en pinturas de gran formato. La síntesis de estas experiencias la plasmó en “La canal de Mancorbo en los Picos de Europa”, en la que la vivencia al aire libre frente a ese accidente geográfico queda todavía algo sometida a las fórmulas compositivas académicas, que justifican la presencia de figuras humanas o el engrandecimiento idealizado del perfil real del paisaje.

Haes también realizó algunos viajes por Europa después de la muerte de su esposa y de su hija, en 1877, acompañado por uno de sus discípulos más queridos, Jaime Morera (1854-1927). Fueron por el golfo de Gascuña, Bretaña y Normandía, en busca de los territorios natales del pintor. En esta época, su noción del paisaje comenzó a plasmarse en visiones algo más oscuras y melancólicas, seguramente fruto de la tristeza en la que se sumió al quedar sin familia.

 Hacia 1887 dejó de pintar y de salir al campo, acosado por la enfermedad que acabaría con su vida once años después. En esas fechas sus discípulos, sobre todo Jaime Morera, se ocuparían del cuidado del maestro y, a su muerte, consiguieron que el caudaloso contenido de su estudio –sus bocetos, dibujos y grabados-, que habían recibido como herencia del paisajista, pasara al recién inaugurado Museo Nacional de Arte Moderno de Madrid, fondos que ahora guarda el M

Museo Nacional del Prado

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