jueves, 5 de marzo de 2009

Sealand ROAD: EL ESTADIO DE TU VIDA

Del blog IN THE NAME OF SEALAND


Anfield Road, Old Trafford, San Mamés, White Harte Lane, Delle Alpi, Elland Road, Celtic Park… Estadios cada uno con su personalidad, con su idiosincrasia. Convierten el frío en calor, el desánimo en ovaciones alentadoras. Hasta el día más gélido y lluvioso se convierte en interesante si te toca partido en tu segunda casa.

Hay tantos como barrios. Incluso existen distritos donde hay más de uno, como ocurre por ejemplo en la región bonaerense de Avellaneda, donde conviven Independiente y Racing Club.

Y como no podría ser de otra manera el Principado de Sealand también tenía el suyo. Nos referimos a Sealand Road.

Sealand Road fue el hogar del Chester City Footbal Club (Chester Footbal Club hasta 1983) desde 1906 hasta 1990. Desde entonces forma parte de la historia del fútbol inglés, y es recordado por los aficionados del Chester de manera muy entrañable: “En Sealand Road había un ambiente magnifico, incluso con sólo 3000 ó 4000 personas. Nunca olvidaremos esas noches de 1974 contra Leeds, Newcastle y Aston Villa, con 19000 espectadores en el viejo estadio. ¡Qué tiempos aquellos!”.

Y es que el Chester City nunca ha militado en una categoría superior a la League One (correspondiente a la 2ª B española), pero eso no quiere decir que no hayan existido momentos de gloria para este populoso equipo de las afueras de Liverpool.

Contaba Michael Robinson en su libro Las cosas de Robin que en la F.A Cup (el equivalente a la Copa del Rey española) podían inscribirse equipos absolutamente aficionados, casi grupos de amigos, y llegar a enfrentarse contra los gigantes del país si iban superando rondas. El caso más extremo de este curioso mecanismo de competición lo encontramos en la temporada pasada (07-08) donde el Havant and Waterlooville, un conjunto de sexta división, se enfrento al Liverpool en el legendario Anfield (1-1 al descanso para terminar perdiendo 5-2). Son detalles de un fútbol mucho más romántico, más de sentir los colores. De historias épicas en cada rincón de ladrillo de sus vetustos estadios.

Y así fue como a Sealand Road le llego su momento de gloria, en una de esas románticas copas. Corría la temporada 74-75. Octavos de final de la F. A. Cup. El único partido de la eliminatoria se resolvió por un contundente 3-0 contra el Leeds United,


vigente campeón de lo que más tarde sería conocido como la Premier League. En cuartos de final esperaba el Newcastle United para jugar el replay en el mismo lugar: Sealand Road. El resultado, parecido: nueva victoria local. Llegaban las semifinales y el Aston Villa se planteaba como el más difícil todavía para los orgullosos aficionados de Chester. 2-2 al final de los 90 minutos. El replay en Birmingham se antojaba imposible. Así fue.
Sin embargo, los más de 19000 hinchas que poblaban habitualmente el pequeño estadio se podían ir a casa orgullosos con una más que probable eliminación en semifinales. Al fin y al cabo, su equipo de cuarta división había logrado tutear a los grandes del fútbol inglés.

Pero en esta copa no fue donde se registró la mayor asistencia en Sealand Road. Esta se fijó en una tercera ronda de la FA Cup, en un partido de desempate contra el Chelsea, un 16 de enero de 1952. Exactamente 20.378 espectadores vieron cómo los londinenses ganaban 3-2 en la prórroga.

Con sus tribunas de madera, sus fondos sin asientos, alguna aislada valla como toda medida de seguridad, sus fachadas de ladrillo, sus recuerdos de fútbol decimonónico… Los estadios ingleses han sabido mantener durante décadas el sabor añejo del fútbol de antaño, de borceguíes y balones con costuras. Así era Sealand Road.

“Fue realmente grandioso y una gran experiencia para mi vida. El Deva Stadium (estadio actual del Chester City) es patético en comparación con Sealand Road y no tiene mucho que ofrecer a los aficionados más jóvenes. No enamora como enamoraba el viejo estadio”, comenta otro aficionado.

¿Pura casualidad o puro destino? Algo que llevaba el nombre de Sealand se codeaba con gigantes que podían desplomarle con solo dar un golpe en la mesa y los hacía callar, saliendo airoso una y otra vez.


Sealand Road: Donde el pobre humilde, se sentía menos pobre y menos humilde.

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