lunes, 1 de diciembre de 2008

O Barqueiro






La Galicia bonita | mañón O Barqueiro El puerto que se mantiene joven

Según aseguran algunos historiadores, se hallaba en el prehistórico Camiño dos Arrieros
Cristóbal Ramírez

«La subida desde As Pontes es enérgica, pero la bajada hacia O Barqueiro desde los altos de la sierra de A Coriscada es, sencillamente, alucinante, con la desembocadura del Sor y la ría, con O Vicedo al este y el impresionante paredón de Ortegal con Cariño y Os Farallóns al fondo». Son palabras del presidente del Club Montaña Ferrol, una activa entidad que cada dos años se dedica a recorrer el Camiño dos Arrieiros (también llamado Camiño Vello), ese que, según historiadores como Federico Maciñeira, unía lo que hoy es As Pontes con la escollera de Porto de Bares ya en tiempos prehistóricos.

Quizás sea difícil de demostrar que esa ruta existía hace milenios, pero desde luego sí fue muy recorrida en momentos más cercanos. Y cuando desde el interior se bajaba A Coriscada y se alcanzaba O Barqueiro se sabía que el final estaba muy cerca.

La suerte -porque visto lo visto no se puede decir otra cosa cuando se habla de la no siempre bien tratada costa gallega- hizo que ese pequeño puerto se quedase tal cual. Con el paso de los siglos cambiaron las casas, claro está, y cambió el lugar de atraque, pero siempre adaptándose al terreno, respetando la fisonomía y sin distorsionar el paisaje. Y si bien la vida de los marineros fue siempre dura, muy dura, aquí la miseria no hizo acto de presencia como en otros lados. Ya un texto del XVIII dice que el puerto del Barquero «es para embarcaciones medianas, pero tiene buen surgidero y bastante comodidad. El lugar tendrá hasta ciento y veinte vecinos entre labradores y marineros» (sic). O sea, un enclave donde era posible sobrevivir y vivir, y ello quiere decir, en román paladino, tierra fértil y, sobre todo, aguas ricas.

Un Libro de derrota de principios del siglo XX deja claro que «la mejor condición de la ría del Barquero es la facilidad con que se toma con los temporales de fuera, siendo el único abrigo con que pueden contar los buques de gran porte en toda la costa de Cantabria». Y añade: «El más temible de los vientos es el suroeste, cuando se convierte en temporal, por las dificultades que opone para tomar el fondeadero, porque el viento sale de adentro con tal furia, a veces, que impide regir vela».

¿Y el nombre del lugar? Pues procede de donde cualquiera puede imaginar. Ya lo dice Fernando Cabeza, sin duda el gallego (vivo) que más ha estudiado la toponimia del país: «Parece aludir al paso o puerto fluvial constituido por la estrecha desembocadura del Sor, explotado por un barquero». De tal barquero todavía hay memoria histórica, pero el progreso se lo llevó por delante cuando en 1901 se terminó el puente de hierro que, siguiendo la moda impuesta por Eiffel desde su famosa torre parisina, se levantó al lado del que desde los años setenta del siglo pasado permite cruzar el río.

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