lunes, 1 de diciembre de 2008

Chulo begins /Chulo comienza

Si quereis seguir la historia de Chulo http://idadedaauga.blogspot.com/


Pues esta mañana me he llevado una buena sorpresa. Una visita inesperada. Un poco pasadas las nueve de la mañana, oigo alguien llamando a la puerta de la cocina que da al jardín.

“Voy”, digo, y luego me corrijo y digo "Vou”, pensando que como estoy en Portugal, pero que seguramente los portugueses no dicen “Vou”. Estoy yo un poco grogui, acabo de hacer una traducción de ésas cortitas, y no había dormido nada bien la noche anterior (los ruidos de animales me habían interrumpido el sueño en varias ocasiones).

Abro la puerta, y allí, en todo su esplendor, o más bien con el esplendor del césped atrás, está Chulo, el gato del vecindario. Allí, mirándome de forma un poco desafiante, a las nueve de la mañana.

“Hola, buenos días,” dice, “Creo que nos conocemos.”

“Bueno, yo diría que no,” respondo. “Por lo menos no hemos hablado en persona.” Y me quedo mirándole, ya plenamente despierto: su cara grande, la boca ligeramente abierta, con la lengua colgando un poco fuera, su pelo gris lleno de manchas y con las marcas de quien parece haber llevado muchas peleas a lo largo de su vida.

“Bueno, sabes quién soy.”

“Creo que te llaman Chulo.”

“Bueno, eso es más bien el mote que me has puesto tú y el melenas de tu amigo, el de los tatuajes.” En ese momento, echa una mirada dentro de la cocina, creo que para ver si hay comida puesta para mi gata, pero no hay nada. “A mí la gente de aquí me tiene puesto varios nombres, a mí no me importa si me quieres llamar Chulo."

Y echa otra mirada un poco arrogante a la cocina. Yo me quedo pensando si realmente interesa seguir conversando con este gato, después de los problemas que me ha causado, aunque hay que decir que últimamente casi no se le veía el pelo. De hecho, llegué a creer que Chulo había desaparecido del vecindario, de esta parte del valle. Hasta que hace dos días lo ví en el jardín al lado, y comprobé con los prismáticos que era él.

“Bueno,” me habla otra vez, "¿Y tú? ¿Tienes nombre?”

“Bueno, yo también tengo varios. La gente de aquí me llaman el español, porque mi coche tiene matrícula española, pero realmente soy escocés.”

“Bueno, escocés, está bien, te llamaré así. No sé lo que quiere decir, pero no suena mal."

Y yo pienso el nombre que le hemos puesto a él, Chulo, casi le define a la perfección. Se me ocurren algunos otros, quizás, algunos más negativos, o con matices algo diferentes, pero Chulo tampoco suena nada mal.

“Bueno, amigo escocés, tenemos un problema.”

“¿Un problema?” Me pongo un poco a la defensiva.

“Claro, ¿no has oído los ruidos que hubo anoche?”

“¿Los ruidos? ¿De los animales?”

“Claro, hombre, yo no he pegado ojo. Mira la cara que tengo”.

Como es la primera vez que tengo la cara de Chulo tan de cerca, la verdad es que no podría decir si hoy tiene peor o mejor aspecto que otro día. Lo que sí puedo asegurar es que era una cara que daba un poco de miedo en general.

“Y eso que no suelo dormir mucho por las noches. Pero anoche ha sido diferente, amigo. Esto ha llegado demasiado lejos. Tenemos que hacer algo o esto va a ser un caos.”

Parece claro que Chulo está hablando de un problema creado por otros animales, otras terceras personas, de una situación en la que tanto él como yo hemos sido afectados, o víctimas. Es decir, no de algo hecho por él que suponga un problema para mí, o viceversa, que es lo que he pensado yo al principio.

Para mí era importante que eso quedase claro, si íbamos a seguir hablando, él y yo. Porque la verdad es que entre él y yo ya ha habido varios problemas en el pasado, sin la intervención de ninguna otra tercera persona. Problemas desde mi punto de vista creados todos por él y que me afectaban a mí.

El principal problema, como algunos de vosotros ya sabréis, era que Chulo entraba en mi casa estando yo ausente, o en alguna ocasión por la noche, estando yo en la cama, para comer la comida de mi gata.

“¿A qué te refieres exactamente?” le pregunto. “Yo sólo he oído lo que parecía una pelea entre gatos.”

“¿Gatos? ¿Te ha parecido que eran gatos?"

"Gatos, y luego los típicos ladridos de los perros.”

“Ah, los perros, no me toques los cojones. Los perros, que ladran, pero son tan inútiles.” Y lo dice con verdadero desprecio. “Pues no, amigo, anoche hubo un poco de todo. Jabalíes, zorros, un par de lobos que han bajado del Peneda-Xeres…”

“¿Lobos? ¿Lo dices en serio?" Ya ahora que lo pienso, me doy cuenta que las dos últimas noches he oído unos aullidos diferentes, un tanto peculiares.

“Pues sí, lobos. Es que verás, amigo, hay un poco de crisis. Estamos viendo ya un poco de todo. Hay cosas bajando del monte que hace muchos años que no veo. Y tengo yo ya mis añitos.”

“Ya.”

“Y hay que poner un poco de orden, esto hay que solucionarlo.”

“Entiendo.”

“Aquí abajo, en esta parte del valle, yo soy un poco el jefe de todo esto. El mandamás. La gente me tiene respeto. Yo pongo el orden, organizo el territorio, ¿entiendes?”

“Sí.” Y pienso otra vez en cómo entraba en mi casa para comer la comida de Dizzy. Si el dice que organiza el territorio, igual lo de la comida lo ve como un derecho, como si fuera derecho de pernada. Aquí, en Portugal, en el campo, las cosas son diferentes, pienso.

“Tu acabas de llegar aquí. Eres un buen tío, un poco inocente quizás. Me caes bien. Por lo que veo, no trabajas demasiado, y entonces quizá tengas más tiempo para colaborar en esto. De momento no me he acercado porque no te he querido meter en esto, no he querido que los demás piensen que hayas tomado mi bando, necesariamente. ¿Entiendes?”

Asiento.

“Además, los otros animales no se acercan mucho a tu casa…"

“¿Ah no?”

“Por esa puta caldera que tienes, amigo, si me perdonas la expresión. Hace un ruido de la hostia, y por la noche también."

La verdad es que estas palabras son especialmente malsonantes en su boca.

“Pero aquí los animalitos son un poco paletos, ¿sabes? Les da miedo ese ruido que hace tu caldera de las narices. A mí no me da miedo ninguno.”

“Bueno, es una buena caldera,” digo. “El problema es que el garaje…”

“Volviendo al tema,” me interrumpe Chulo, haciendo caso omiso a mis palabras, “Yo soy un poco el que corta el bacalao aquí abajo. Pero estos que están llegando del monte no lo ven así, vamos, porque no saben quién soy. Pero se van a enterar de quién soy, no lo dudes.”

“Ya.”

“Por eso interesa hablar tú y yo. Podemos compartir nuestros recursos. Y hay otro también en nuestro bando. Vamos a ser tres.”

“¿Ah sí?”

“Sí. Va a llegar en cualquier momento," dice Chulo, mirando el cielo. "No sé si lo conoces. El cárabo. El búho, vamos."


MI COMENTARIO. ja, ja me encanta James, sigue con la historia de CHULO, promete... ahhhh ¿es verdad que tienes unos prismáticos? ¿que ves desde alli? Oye, pienso que Chulo le encantaría a mi gata. Guizmo es una felina de pelo largo, perezosa, exigente... seguro que un golfo como chulo la pondría a cien

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