Leonardo Alenza y Nieto
Leonardo Alenza y Nieto (Madrid, 6 de noviembre de 1807 - ibidem, 30 de junio de 1845), fue un pintor romántico español.
Leonardo Alenza Nieto nació en Madrid el viernes 6 de noviembre de
1807, justo nueve meses después de que se casaran sus padres, Valentín Alenza Recuenco, natural de Madrid, y María Nieto Sánchez, natural de Ávila, que vivían en el segundo piso del número 18 de la Cava Baja,
calle que era muy famosa entonces por la cantidad de posadas que había
en ella. Su padre era un empleado en la Secretaría de Farmacia
aficionado a la poesía y llegó a publicar algunos poemas en el “Diario de Madrid”, mientras que su madre es posible que muriese hacia 1813, contando Leonardo con unos seis o siete años.
Su padre se casó de nuevo en 1817 con Micaela Bertrandi, una mujer apenas once años mayor que su hijo, y se trasladó a vivir a la calle de los Estudios, junto al convento de los jesuitas, en cuyo Colegio Imperial de San Isidro probablemente estudió Leonardo las primeras letras, siendo compañero entre otros de Ventura de la Vega o Juan Eugenio Hartzenbusch. De allí pasaría en 1819 a estudiar dibujo en el estudio de la Merced de la Academia de San Fernando,
que estaba en el convento de la Merced y fue ascendiendo con rapidez,
pasando a los dieciséis años a las clases de la Academia en la calle de Alcalá.
Sus profesores fueron sucesivamente el pintor Cástor González Velázquez, el grabador Vicente Peleguer, el escultor Francisco Elías, el pintor José Maea, el escultor Esteban de Agreda, el escultor Pedro Hermoso, el pintor Zacarías González Velázquez y, por último, y durante seis años, el también pintor José de Madrazo. En la clase de este último coincidirá con su hijo Federico Madrazo, y con José Elbo, José María Avrial y Luis Ferrant. De ella salió definitivamente en 1833, año en el que realiza por encargo del ayuntamiento un “Cuadro alegórico a la jura y proclamación de la reina Isabel II” y poco después, y por encargo de la Corona,
otro con el título de “Dª María la Grande sosiega la rebelión de
Segovia con su elocuencia y hace que reconozcan y abran las puertas de
la ciudad al rey su hijo”. Al año siguiente pinta para un cenotafio para las exequias de Fernando VII hasta cinco grandes cuadros en grisalla.
Sátira del suicidio, por Alenza.
Comienza con estos encargos oficiales una carrera que se centrará
fundamentalmente en sus participaciones en la exposición anual que hacía
la Academia para San Mateo. Por ejemplo, en 1837, año en que se estrena
en el Coliseo del Príncipe “Los amantes de Teruel” de Hartzenbusch, se publica “El estudiante de Salamanca” de Espronceda, ven la luz los primeros versos de Zorrilla en “El Artista” y, también, se suicida Mariano José de Larra;
Leonardo Alenza presenta en la exposición de la Academia seis
“caprichos” y comienza a ilustrar con sus dibujos el “Semanario
Pintoresco Español” de Mesonero Romanos.
En 1839, dos de estos “caprichos” con los que participa en la
exposición son titulados “Los románticos”, y son los conocidos
“suicidios” del Museo Romántico; y ese mismo año deja de colaborar con
el Semanario Pintoresco Español para pasar a ilustrar nuevas ediciones del Gil Blas de Santillana y de las Obras Completas de Quevedo, así como las decoraciones del Café de Levante o de la tienda Quiroga.
Pero todo esto lo detiene la enfermedad. A principios de 1842
solicita el título de Académico de Mérito en la Academia de San Fernando
y ya sabemos que la tuberculosis
había hecho mella en su organismo y reconoce que “tenía la salud tan
quebrantada que tenía que salir de Madrid para poder restablecerse”. Por
fin, el 6 de noviembre de 1842, el mismo día que cumplía 35 años,
Alenza se convertía en académico de mérito por la pintura de historia
presentando para ello un cuadro alejadísimo de su sensibilidad y modo de
hacer, como es el “David cortando la cabeza de Goliat”. Nuevas
ilustraciones para la edición de “Los españoles pintados por sí mismos”,
colaboraciones en prensa o participaciones en la exposición de la
Academia, en la que llegó a ser profesor durante unos meses, marcan su
etapa final. En 1844 participa en la exposición de la Academia con doce
cuadritos de costumbres y un retrato, pero estaba ya tan gravemente
enfermo que vivía en la Casa de Vacas del Retiro, porque se pensaba que
los efluvios de las vacas eran beneficiosos para combatir la enfermedad.
Pero nada se podía hacer ya. De tuberculosis murieron Gustavo Adolfo Bécquer, Eduardo Rosales o el mismísimo Alfonso XII, y de tuberculosis murió Alenza en la madrugada del 30 de junio de 1845 en su casa del número 5 de la Plaza de San Ildefonso,
tercera y última casa en la que vivió en Madrid. Fue enterrado en un
nicho del cementerio de la Puerta de Fuencarral gracias a que se abrió
una suscripción entre sus amigos que evitó que sus restos pasaran a la fosa común que eran los seis patios que tenía.
Murió Alenza, pero su obra permaneció. Cuadros suyos se conservan en el Museo del Prado, Academia de San Fernando, Museo Romántico,
Museo Municipal, Museo Lázaro Galdiano, Ateneo, Museo Cerralbo, Museo
de Bellas Artes de Bilbao o Museo de Budapest. Se conservan también
buenas colecciones de sus dibujos en la Biblioteca Nacional,
466 en total. Una docena de acuarelas y más de doscientos dibujos,
entre ellos unos 40 auténticamente sensacionales en los fondos del Museo Lázaro Galdiano y colecciones ya menores en el Museo Romántico, en el Prado o en el Municipal de Madrid
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