De la medianera al «street art»
El artista Liqen Jakala no quiso hablar, pero otros sí lo hicieron. Frente a uno de los sugestivos e inquietantes murales del artista vigués, el pueblo opina. A todos les gusta, pero...
«Es algo raro pero, por lo menos, lo entiendo. No
es como Picasso». Higinio, un jubilado de 68 años, pasea cerca del
sorprendente mural que el artista Liqen Jakala está terminando en un
lateral de su fachada. La charleta con el propietario alivia la ausencia
del artista, que no se presenta a la cita, concertada el día anterior:
«Es raro, porque ayer a estas horas estaba pintando», dice Higinio. El
hombre cuenta que le pidieron permiso para usar la pared medianera, lo
concedió y en unos días Liqen ha hecho brotar uno de sus diseños
inquietantes. No es único, a menos de 20 metros hay otro, pintado en el
2010 también en el contexto de DesOrdes Creativas, el festival artístico
que ha sembrado la villa de Ordes de estas muestras de street art.
Mientras sigo esperando al artista e Higinio
pasea arriba y abajo, pongo en marcha una pequeña encuesta callejera al
escaso personal que a esas horas camina por la N-550: «Góstame»,
coinciden dos rapazas de 16 años: «Significa que hai xente que, en vez
de tirar o lixo ao contenedor, méteo baixo a alfombra». Pablo, de 18
años, va un poco más allá: «Quere dicir que só nos deixan ver o bonito».
«Que hay mucha basura en el mundo», opina María Teresa, una madre de 40
años: «Y que hay que limpiarla... No, limpiarla no, esconderla».
Jakala no aparece y acabo perseverando en la
conversación artística con Higinio, que da pelos y señales de otros
murales en el pueblo. Pero al final aparece la sustancia crítica, la
verdad desnuda: «Non creo que o artista lle dé moito valor ás cousas,
senon, non faría esto, pintaría as fachadas normales. Co diñeiro que se
están gastando aquí, daba para pintar toda a casa e deixala para unha
exposición». Pocos sospecharían que el propietario del edificio que
alberga una muestra del artista vigués, con obra de Okinawa a Nueva
York, tendría una opinión tan prosaica.
Con una hora de retraso, aparece Liqen, con un
aspecto y un discurso que no decepcionan: «Mira no quiero decir nada.
Estoy en contra de los periódicos, que lo confunden todo». Inmejorable.
El artista prototípico. Si lo escribe un guionista, no le sale mejor.
Tras un par de muestras de desprecio más hacia «los periódicos», Liqen
se despide y se pone a trabajar. Higinio se queda un rato mirando. Ese
sí que es un cuadro. El purismo comprometido del artista frente a la
implacable mirada económica. Historia del arte.
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