Xavier Nicolás: La persona que más le ayudó en sus inicios, su profesora Eugenia Kemmeny,
había cantado Wagner en Bayreuth.
MONTSERRAT
CABALLÉ: Si, ella había sido una célebre cantante en los años 20,
imagino,
por la edad que calculo debía tener cuando era profesora mía.
Me hablaba mucho de Bayreuth,
y me ayudó mucho a modelar mi voz. Ella
fue precisamente la que me invitó, teniendo yo
apenas 16 años, al
concierto que diera Kirsten Flagstad en el Liceo.
X.N.: ...Eso fue en el año 1952, ¿qué impresión le causó?
M.C.:
Fue algo que nunca olvidaré. Recuerdo que estaba en el palco que tenía
la familia Bertrand,
y estaba sentada en la fila de atrás del palco.
Cuando aquella mujer, Kirsten Flagstad, empezó a cantar,
quedé
impresionada, aterrorizada. Ese torrente de voz, esa potencia de canto,
una entonación
maravillosa, un estilo sorprendente. Me acuerdo que luego
le comenté a mi profesora, Kemmeny,
que viendo aquella actuación de la
Flagstad, desde mis tímidos comienzos con 16 años, poca
cosa tenía que
hacer. Ella me dijo que no me debía comparar con ella. Que
indudablemente Flagstad
era una de las cantantes más extraordinarias del
mundo de la ópera, que dominaba a la
perfección la modulación y la
entonación, y que lo que yo debía hacer era esperar a tener 25
años para
que mi formación de la voz pudiera llegar a su plenitud, pero sin ánimo
de
compararse a la Flagstad. Fue maravilloso aquel recital, y,
comparándola con, por ejemplo
la Birgit Nilsson, debo decir que la
superaba en cuanto a torrencialidad, potencia, fuerza vocal.
X.N.: Vd. ha cantado prácticamente todas las obras de Wagner, no todos los papeles, pero sí
alguno de cada una de ellas.
M.C.:
Bueno, cronológicamente, sí, he cantado la Irene del “Rienzi”, la Senta
del “Holandés”,
la Elsa del “Lohengrin”, la Elisabeth y la Venus del
“Tannhäuser”, una muchacha flor en el “Parsifal”
que fuera mi modesto
debut en la Scala de Milán en 1960, la Sieglinde de “La Walkyria”,
la
Gutruna y la Brunhilda del “Ocaso”, e Isolda en el “Tristán”. No he
cantado más papeles,
como por ejemplo el de Brunhilda en su papel
principal, porque no es un rol que se adapte
a mi tesitura de voz.
Wagner hay que saber cantarlo, y exige una preparación o una tesitura
especiales.
X.N.: Lo que no está nada mal. ¿ Qué le parece Wagner como músico?
M.C.:
Bueno, Vd. sabe que mis favoritos para cantar o escuchar han sido
Strauss,
Mozart, Haydn y desde luego Wagner. Wagner ha sido uno de los
más grandes,
con una música muy especial, que aunque los italianos digan
que es estereotipada,
a mí me parece maravillosa. En ocasiones Wagner
es avasallador, detonante, como
un vendaval; pero cuando se escucha a
Wagner en sus momentos más íntimos, cuando
su música mueve al
sentimiento, como en el “Tristán”, es entonces cuando se
vislumbra su
verdadera grandeza.
X.N.: Zubin Metha la animaba constantemente a cantar Wagner, pero Vd. se tomó su tiempo.
M.C.:
Ciertamente era así, pues Wagner es muy particular para ser cantado, y
la preparación
conlleva cierto tiempo. Con Zubin Metha grabamos en los
80 un disco con arias wagnerianas
muy bonito y del que guardo muy buenos
recuerdos. Están los fragmentos más emotivos
del compositor alemán.
X.N.:
A “corra cuita” en la temporada de 1983 del Liceo fue Vd. llamada de
urgencia para
cantar el papel de Venus en el “Tannhäuser”. ¿ Cómo fue la
experiencia?
M.C.: Bueno, la verdad es que me
avisaron con apenas unas horas de anticipación, y tuve que
mirarme la
partitura rápido y corriendo. Y si Vd. estuvo allí, recordará que me
diseñaron
especialmente una especie de concha donde se escondía la
partitura detrás. Yo conocía
el papel muy bien, pero no lo había cantado
nunca, y creo que la cosa se salvó bastante bien.
X.N.: Vd. estuvo a punto de cantar en Bayreuth, ¿le hubiera gustado esa nueva experiencia?
M.C.:
Indudablemente me hubiera gustado hacerlo allí, pero por problemas de
fechas,
desgraciadamente nunca pudo ser posible. Había un “décalage” muy
grande, y comprendí
que para cantar en Bayreuth había que hacer unos
ensayos muy largos, de al menos dos
meses, tiempo con el cual yo no
contaba por estar comprometida con otros teatros. La
gente me decía que
no importaba, pero yo insistí en que si quería ir a Bayreuth, debía
ir
muy bien preparada. Fue una pena, pero las cosas fueron así.
X.N.:
Cuando Vd. tenía 17 años y asistía a las veladas de la familia
Bertrand, tuvo ocasión
de oír en privado a Max Lorenz. ¿ Qué recuerdos
tiene de él y de su voz? Creo que incluso
él hizo un informe muy
positivo sobre la voz de Vd.
M.C.: Bueno, era un
señor muy serio. Mucho más tarde le reencontré en Viena, y
aún se
acordaba de aquellas sesiones cuando yo era una jovencita.
Indudablemente
Max Lorenz tenía una voz bellísima, comparada a la de
Kirsten Flagstad en el rol
sopranístico. Eran voces irrepetibles, de las
que ya no existen hoy en día.
X.N.: Una de sus especiales inquietudes ha sido la de descubrir nuevos músicos o
piezas desconocidas de músicos conocidos.
M.C.:
Sí, efectivamente, esa ha sido la norma de mi vida y por eso tengo un
repertorio
tan extenso. Muy especialmente he buscado descubrir óperas
que no se habían representado
nunca, o pocas veces, así como multitud de
compositores desconocidos, del romanticismo
especialmente.
X.N.: ¿ Cree que últimamente se respeta al autor, al compositor, al libretista, en las óperas
de los teatros del mundo?
M.C.:
Cada vez menos, esto es un complot entre la dirección de los teatros y
los directores
de escena, los que hacen la creación. Contratan a esta
gente que nos explican a los cantantes
cómo hemos de hacer tal o cual
cosa, y normalmente son situaciones imposibles,
absurdas. Fuera de
contexto. Estamos en una época en la cual todo el mundo tiene
derecho a
opinar, la democracia es eso, y a exponer sus ideas. Lo que no me parece
tan creíble es que por democracia se entienda que mil quinientas
personas en una sala
tengan que tragarse y ver lo que dos señores han
decidido, porque el respeto a la música
depende de muchas cosas, no sólo
de los que estamos aquí, sino por supuesto de ese
público, del respeto
hacia éL Tampoco sólo al compositor, pero mucha gente se
puede creer o
sentir frustrada, otras no. Yo creo que la creatividad de las personas
hoy en día es un poco amorfa, está un poco dormida. Y entonces tienen
que inventarse
cosas raras porque si no, no tienen la suficiente
grandeza de creación para crear
dentro de lo que el autor había deseado.
Porque hay que respetar al autor de la
música, pero también al autor
del libreto. Pero todo ello forma parte también del
mundo de hoy. Hay
que crear polémica, bullicio, para que el mundo de la ópera
sea más
excitante, ahí tiene Salzburg o Bayreuth, y ello coincide normalmente,
con la ausencia de buenas voces. Por algo será... Cuando las grandes
voces
están en su sitio, entonces la cosa cambia.
X.N.: Muchas gracias, señora Caballé.
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