lunes, 28 de mayo de 2012

Mariano Fortuny








  • España
    Reus 1838 - Roma 1874
Nadie cosechará tanto éxito con los cuadros de gabinete como Mariano Fortuny i Marsal, no sólo en España sino también en París y Roma, alcanzando la fama y obteniendo una considerable fortuna que le permitirá tener varias casas abiertas en diferentes ciudades. Por desgracia, su temprana muerte no le facilitó el ocupar un puesto destacado entre los grandes maestros de la pintura española, que le corresponde sin ninguna duda. Mariano nació en Reus (Tarragona) el 11 de julio de 1838, en el seno de una modesta familia que tendrá tres hijos más. Su padre, también llamado Mariano, era propietario de un pequeño taller de carpintería mientras que su esposa, Teresa, se dedicaba a cuidar de la familia. La epidemia de cólera que asoló Cataluña en la década de 1840 le dejó huérfano de madre a los once años, siendo recogido - tras emigrar el padre a Barcelona - por su abuelo, llamado "Marianet de les Figures", hábil ebanista que poseía un teatrillo con el que se ganaba la vida por los pueblos de la comarca. La relación entre abuelo y nieto fue muy estrecha, existiendo entre ambos una química especial. El abuelo se entusiasmó con los dibujos del pequeño, que ya había despuntado como un mal escolar, sintiendo Fortuny gran afición por el dibujo y la pintura. Marianet consideró que su nieto debía completar su formación artística - llevaba acudiendo a la Escuela de Dibujo de Reus desde los nueve años - por lo que le envió al taller de Domingo Soberano, quien le enseñó el manejo del óleo y la acuarela. También aprende con un platero miniaturista llamado Antonio Bassa, que le enseñará la minuciosidad que caracteriza su pintura, trabajando en un amplio número de exvotos.
 La enseñanza artística se compaginaba con el estudio de las primeras letras en la escuela de don Simón Fort. El abuelo es consciente de que la formación del pequeño ha tocado techo en Reus; piensa que en Barcelona puede recibir una educación artística más completa y sin dudarlo emprenden el viaje. Al carecer de recursos económicos tuvieron que realizar el trayecto a pie, posiblemente ganándose la vida como titiriteros con los muñecos y los platillos. En el mes de septiembre de 1852 llegan a la Ciudad Condal, donde es protegido por el escultor Domingo Tallarn, colaborando en la ejecución de obras religiosas, familiarizándose con el dibujo y el empleo del óleo. El propio Tallarn, contento con los avances del joven, le gestiona una pequeña pensión de la Obra Pía y la matrícula gratuita en la Escuela de Bellas Artes de La Lonja, donde recibirá por primera vez formación oficial. Sus maestros en la Escuela serán Pablo Milá i Fontanals, Luis Rigalt y Claudio Lorenzale, miembros del llamado Nazarenismo Catalán que tenía puesta la mirada en la historia de Cataluña y en el Quattrocento italiano. Acudirá también al estudio particular de Lorenzale, siendo este maestro el que más marque al joven artista. Durante los cinco cursos que permaneció Mariano en la Escuela aprendió un riguroso dibujo, una soberbia ejecución compositiva y las cuestiones relacionadas con el oficio. 
Trabajaba incesantemente, realizando croquis, caricaturas, dibujos, ayudándose económicamente con la elaboración de xilografías y litografías devocionales, dibujando en el campo junto a su amigo José Tapiró e ilustrando algunas novelas como "El mendigo hipócrita" de Dumas o el "Quijote". Tanto trabajó que cayó enfermo, siendo trasladado a Berga por su abuelo para que se recuperara. Los trabajos de este primer periodo están dedicados a la temática histórica, sagrada o mitológica, manifestando una acentuada influencia de los nazarenos, especialmente Lorenzale. Gracias al cuadro sobre Ramón Berenguer III en el castillo de Foix consigue una pensión de la Diputación de Barcelona para trasladarse a Roma. Obtiene 8.000 reales anuales para completar su formación artística durante un periodo de dos años, teniendo que enviar a cambio algunos trabajos para mostrar sus progresos a la entidad. El 19 de marzo de 1858 llega a la Ciudad Eterna, siendo su primera impresión absolutamente negativa; escribirá que "Roma me ha producido el efecto de un vasto cementerio visitado por extranjeros". Acude habitualmente la Academia Giggi donde se dibuja del natural, coincidiendo con Eduardo Rosales y Dióscoro de la Puebla, animándose algo más. Los tres frecuentarán el Café Greco y visitarán las iglesias, palacios y museos romanos.

 Fortuny sentirá una especial admiración por la pintura de Rafael, maravillándose con el Inocencio X de Velázquez. Pero también se interesa por las novedades como los macchiaioli florentinos - interesados por la pintura al aire libre rechazando temas académicos - o los paisajistas napolitanos. Mariano trabaja infatigablemente, estudiando del natural, dibujando, elaborando acuarelas. Sus trabajos empiezan a ser considerados en el ambiente romano, vendiendo algunas obras con bastante facilidad, sin olvidar los trabajos que debe enviar periódicamente a la Diputación que le pensiona. En octubre de 1859 estalla la guerra entre España y el sultán de Marruecos. En los desiertos africanos uno de los principales protagonistas militares es el general Juan Prim, oriundo también de Reus, que está obteniendo importantes éxitos al mando de los voluntarios catalanes. La Diputación de Barcelona piensa en Fortuny como el cronista que capte las hazañas de los soldados catalanes, cubriendo la institución todos los gastos de la estancia tanto de él como su ayudante, Jaime Escriu. A Mariano le debió entusiasmar el encargo ya que en pocos días hizo los preparativos necesarios para emprender el viaje. 
El 12 de febrero de 1860 llegan a las playas de Tetuán, sin oportunidad de presenciar las batallas de los Castillejos y Tetuán. Mariano sí llega a tiempo de contemplar la batalla de Wad-Ras realizando un buen número de apuntes, bocetos y notas cuyo objetivo será ejecutar una serie de grandes lienzos donde deje constancia de las victorias españolas. África va a suponer un nuevo aire para Fortuny, al sentirse encandilado con los ambientes, las luces y los personajes, llegando a aprender el árabe para integrarse mejor. Se libera de convenciones y academicismos sintiéndose atraído intensamente por lo oriental, enlazando con las obras del francés Delacroix. Al firmarse la paz entre España y Marruecos (1860), tras dos meses y medio de estancia en tierras marroquíes, Fortuny vuelve a Barcelona, pasando por Madrid donde visita el Museo del Prado, interesándose por Velázquez, Ribera y Goya. Durante este tiempo que pasó en la capital de España conocerá a Federico de Madrazo y a su hija Cecilia, su futura esposa.
 A su regreso a Barcelona presenta los diversos estudios para los cuadros de batallas a la Diputación de Barcelona, obteniendo un éxito insospechado, de tal manera que se piensa en dotarle de una pensión para que viaje por Europa y estudie las obras de los más insignes pintores de batallas. En esta coyuntura viaja a París donde contempla las obras de los museos del Louvre, Versalles y Luxemburgo, interesándose por Horace Vernet, Eugène Fromentin, Alexandre-Gabriel Decamps y especialmente Eugène Delacroix, ampliando sus conocimientos y abriéndose un nuevo periodo en la pintura de Fortuny. Atrás queda el periodo de formación. Desde 1860 Mariano se abre camino en los circuitos comerciales aumentando rápidamente su prestigio. En 1861 está de nuevo en Roma, donde empieza a cosechar un importante triunfo con acuarelas y cuadritos, relacionándose con los "macchiaioli" y trabajando en la Batalla de Tetuán por encargo de la Diputación. 
Los cuadros de batallas - que debían ser seis en total - se le atragantan y regresa a Marruecos en 1862 para reavivar sus impresiones. En tierras africanas permanecerá dos meses, vistiéndose como un árabe y aprendiendo la lengua para poder desenvolverse mejor en la zona. Las sensaciones que le emocionaron dos años atrás vuelven al espíritu del maestro, aunque no se inspiró lo suficiente para ejecutar los cuadros encargados. Se inicia ahora una época de continuos viajes entre Roma, París, Barcelona y Madrid conociendo a diversos artistas: Domenico Morelli, Martín Rico, Paul Delaroche, Gerôme, firmando un contrato con el marchante Adolphe Goupil para vender los cuadros que elaborase el joven artista, tomando una temática orientalista junto a cuadros de "casacón" o gabinete, siguiendo a los franceses Antoine Watteau y Ernest Meissonier y al alemán Adolf Menzel cuyos trabajos estaban alcanzando elevados precios en Europa. Con estos cuadritos - llamados "tableautin" en Francia - de asuntos intranscendentes, realizados con un estilo minucioso y detallista, interesado por la luz, el dibujo y el color, Fortuny arrasará en el mercado europeo. Su fortuna crece a medida que le llueven los encargos.
 En Madrid entablará relación con Cecilia Madrazo, belleza rubia que encandilará al artista desde el primer momento, contrayendo la pareja matrimonio en la madrileña iglesia de San Ginés el 27 de noviembre de 1867. Las frecuentes visitas al templo le servirán de inspiración para realizar La vicaría, su obra maestra. El viaje de novios les lleva a Granada, donde se siente hechizado por la luz y el ambiente musulmán de la ciudad. La pareja vivirá a caballo entre Roma y París, coleccionando cerámicas, cuadros y objetos metálicos. Durante 1868 se instalan en Granada pero pronto abandonan la ciudad andaluza debido al estallido de la Revolución contra Isabel II. Roma será la ciudad elegida para vivir, abriendo un estudio al que acudían todos los artistas romanos y extranjeros mientras Fortuny pinta incansablemente cuadritos y acuarelas que se vendían con suma facilidad y aumentaban su fortuna. En el estudio iba acumulando una espléndida colección de armas, tapices, cerámicas, vidrios y mil caprichosos objetos debido a su faceta de coleccionista, animado por la moda de la época

En 1869 tiene su primer acceso de malaria, año en el que el marchante Goupil le hace un sensacional ofrecimiento: la construcción de un gran taller en París a cambio de establecerse en la capital francesa. Mariano aceptó el reto y se traslada con su familia a París en julio de 1869. En la Ciudad de la Luz todos los literatos, artistas y aristócratas se disputan su amistad, llegando a decir su cuñado Raimundo de Madrazo: "Nada exagero si afirmo que la reputación creciente de Fortuny se hizo asunto de moda, y no había jamás primado ni ministro que haya tenido a su puerta más carruajes de pretendientes y admiradores". En la primavera de 1870 se inaugura una exposición en la Galería Goupil que servirá para confirmar su éxito sintiendo el agasajo de la capital donde se marcaban las pautas del gusto de la época. Antes de estallar la Guerra Franco-Prusiana los Fortuny regresan a España pasando por Madrid y Sevilla para instalarse en Granada donde nace Mariano, su segundo hijo, en mayo de 1871. Durante dos años el pintor residirá casi permanentemente en Granada, sintiéndose tremendamente feliz. 
Allí pinta, hace cerámica, adquiere numerosos objetos para sus colecciones, admirando la luz y el color andaluz. Durante estos momentos se manifiesta por primera vez el debate artístico que definirá sus últimos años: Fortuny se encuentra metido en un increíble negocio que le resta mucha libertad creativa, ciñéndole a un determinado tipo de pintura sin problemas y de éxito fácil, deseando salir de ese círculo vicioso pero el nivel de vida alcanzado le impide romper con el estilo que tanto éxito le trae. Por eso, en sus últimos años cae en una depresión que motiva la realización de obras como el Corral o el Paisaje, que suponen para él una vía de escape. Fortuny deseaba abrir nuevos caminos con su pintura pero los encargos que le hacen son obras de "casacón" y él necesita dinero para vivir. Se encuentra en un callejón sin salida. En el otoño de 1871 regresa a Marruecos acompañado por su amigo Tapiró y en mayo de 1872 vuelve a Roma con la intención de terminar sus encargos e instalarse definitivamente en Granada; dará los últimos toques a La vicaría, la Elección de la modelo o el Ensayo en el jardín de los poetas Arcades - destruido en la Guerra Civil Española - alcanzando en la venta de cada uno de ellos precios jamás obtenidos por un pintor moderno, llegándose a pagar 90.000 francos por la última obra. Durante el tiempo pasado en la Ciudad Eterna, en la Villa Martinori, recibe la admiración y adulación de todos; cualquiera de sus apuntes alcanza altísimos precios en el mercado. 
Pero Fortuny iba cayendo progresivamente en un abismo de hastío y tristeza del que sólo sale pintando. Cada vez se aísla más llegando a decir de él un personaje romano: "Es una lástima que el señor Fortuny, que tanto talento ha derrochado en sus cuadros, no haya reservado un poco para la conversación". Mariano había caído en la depresión porque no estaba contento consigo mismo, porque tenía sensación de fracaso al sacrificar el genio que apuntaba en sus esbozos marroquíes y en sus paisajes granadinos para satisfacer el gusto de los burgueses. Intentando animarle un poco, su amigo el barón Charles Davillier le prepara un viaje a Londres donde visitarán numerosas colecciones, museos y talleres entre ellos los de Alma-Tadema y Millais. El verano de 1874 lo pasará en la villa napolitana de Portici animado por su paisaje marino y la luz mediterránea. Los trabajos elaborados en estos meses se llenan de alegría, enlazando casi con el Impresionismo como se aprecia en el Desnudo en la playa. En octubre regresa la familia Fortuny a Roma cayendo enfermo el 14 de noviembre; Fortuny fallecerá en Roma el 21 de noviembre de 1874, víctima posiblemente de la malaria, complicada con una dolencia gástrica motivada por el vicio de chupar los pinceles de la acuarela
 
 Su entierro fue una auténtica apoteosis siendo sepultado en el cementerio romano de San Lorenzo Extramuros con su paleta, sus pinceles y su último dibujo. En el cortejo se pudo ver a una multitud de artistas llegados de todas partes; los directores de las Academias de Francia y Nápoles y el embajador de España acompañaron el cadáver, siendo reproducido el momento en las mejores revistas ilustradas de la época. En abril de 1875 los tesoros que Fortuny había reunido fueron subastados en el Hotel Drouot de París, alcanzando precios desorbitados. A pesar de sus 36 años, su estilo y su obra le definen como un auténtico genio que pudo revolucionar la pintura española. Como bien dice E. Lafuente Ferrari, la culpa de que no lo hiciera "no sólo fue de él, sino de la sociedad de su tiempo". Y de la muerte, por supuesto.

Ref. Arte Historia

No hay comentarios: