sábado, 14 de octubre de 2017

Mi vida de vagabundo

Nos lanzamos a las calles. Yo me sentía feliz porque mi  amo tenía algo de perruno, le gustaba andar y andar sin rumbo fijo. Me hablaba y hablaba, haciendo distintas voces, lo que me despistaba mucho, pero  pronto me di cuenta que era un ser muy inteligente, un filósofo. Me decía cosas como: Si el sol es amarillo y la luna blanca ¿Por que es el cielo azul de día y negro por las noches?- Como escritor tambien era bueno. A veces fotocopiaba poemas y los vendía por las plazas a un dolar. ¿Quien podía pagar un dolar por un poema si no era realmente bueno?
Me preguntaba si los humanos  eran como los osos que hibernaban en invierno, pero no, porque cuando yo salía a hacer mis pises veía humanos caminando sobre la nieve
Siete años recorriendo ciudades y pueblos. Mis principales recuerdos están en Alburquerque cuando dormíamos en aquella fábrica abandonada y  Greta aquella preciosa perrita con la que me había revolcado varias veces, Willy tambien se había enrollado con Wanda en Denver, una gordita simpática que lo mantenía con huevos duros. Recorrimos todas las ciudades y pueblos de Estados Unidos, eso si, sin olvidarnos de volver los inviernos a Brooklyn

La vieja, la señora Gurevitch, ahora me aceptaba. Me dejaba sentarme con ella y me acariciaba la cabeza mientras hojeaba una revista y hablaba. Aquel pobre chico, tan guapo, inteligente y listo, que mala suerte tenía en la vida...Si no estuviera tan loco...horas y horas dándole vueltas al tema. Yo me iba quedando dormido, ya no me quedaban dudas sobre la herencia genética de mi amo
Cuanto más conocía a mi amo, más convencido estaba que era una especie de dios. Tenía un alma perruna. Yo sabía que el tambien me adoraba. Un día,  ya medio borracho, lo escuche decir en un bar: Los perros son muy inteligentes, su filosofía es " si no vale para comer ni para joder, echale una meada"

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