sábado, 4 de octubre de 2014

Mauricio Amster


Corría 1936 y Mauricio Amster tomaba la decisión de inscribirse en las filas del comunismo. El diseñador de origen polaco cargaba con un duro pasado. Tenía seis años cuando Lviv, su ciudad natal, se convirtió en campo de batalla de la I Guerra Mundial. Aunque creció bajo el alero de una familia judía acomodada, la guerra lo sometió desde temprano a los odios nacionalistas y la violencia antisemita. Apenas terminó el bachillerato partió a Berlín, donde aprendió el oficio de las artes gráficas.

Pero a los pocos años, Alemania se llenó de odio contra los judíos, y antes de que estallara la II Guerra Mundial, Amster se exilió en Madrid, gracias a la ayuda de su amigo, el polaco Mariano Rawicz. Juntos se unieron a la industria gráfica local, donde Amster destacó por su perfeccionismo y calidad técnica.

No alcanzó a respirar tranquilo cuando la Guerra Civil Española lo volvió a golpear y Amster se vio obligado a tomar una posición política. Se transformó en un disciplinado militante del Partido Comunista. Trabajó para el bando republicano: diseñó carteles y la Cartilla Escolar Antifascista, un libro que enseñaba a leer y sumar, pero que también cumplía con hacer propaganda política.

Al tiempo, el diseñador tuvo sus primeros conflictos con el comunismo. En Polonia se armó un movimiento antiestalinista y en Moscú fueron fusilados todos los dirigentes polacos. Amster es expulsado del partido. Eso sí, en 1939, el diseñador logra subirse al Winnipeg, barco en el que huye a Chile junto a dos mil 200 pasajeros, gracias a la gestión de Pablo Neruda.

En Chile, Amster inicia su mutación política. Del comunismo pasa al trotskismo y luego al anticomunismo. Lo que nunca cambia es su amor por los libros. Con su talento, el diseñador logra dominar la industria editorial local por cuatro décadas, trabajando para editoriales como Zig-Zag, Cruz del Sur, Del Pacífico y Universitaria.

Su legado gráfico y sus volteretas políticas son recogidos en el libro Amster, del también diseñador y artista visual Juan Guillermo Tejeda. "Amster tiene una relación tensa con Neruda, porque éste permanece fiel a Stalin. Sin embargo, el poeta reconoce que es imposible hacer un libro en Chile sin Amster, y Amster no deja a Neruda, porque él lo salvó. La relación siguió, pero se trataban de usted", cuenta Tejeda.

Política y libros
Amo y señor indiscutido de los libros en Chile de la década del 40 al 70, Amster diseñó las portadas de libros de los más importantes escritores chilenos, como Neruda, Vicente Huidobro, Marta Brunet, Manuel Rojas y Gabriela Mistral. Trabajó en ediciones con Alone y en la revista Babel. En todas se notó su cuidado con la tipografía, la innovación en el fotomontaje, el rescate de la gráfica popular, la acuarela y la litografía.

"Amster era muy versátil. Desarrolla como ocho estilos paralelos y trabaja en 10 editoriales al mismo tiempo. Es imposible que tengamos otro como él. También, porque el libro dejó de tener el estatus social que hoy ostenta el computador, el iPad o el auto último modelo", dice Tejeda.

Admirador y coleccionista de los libros del polaco, Tejeda ha pasado más de 10 años investigando su vida. También alcanzó a entrevistar a su viuda, Adina Amenedo, antes de que muriera hace tres años. Con el material, armó este libro que recorre la vida del diseñador desde su niñez en Lviv, pasando por la muerte de sus padres en un campo de concentración alemán, su amistad con Rawicz y Neruda, su rechazo a Stalin y su vida en Chile, donde murió de cáncer en 1980.

En 1963, Amster diseña el semanario PEC, que fustiga sin piedad a izquierdistas y democratacristianos. El director es su amigo polaco: el fotógrafo Marco Chamudes, quien financia su pasquín con ayuda de la CIA. "Los comunistas le hacen una campaña a Amster en contra, dicen que es un traidor, amigo de Goebbels", dice Tejeda.

En los 70, el diseñador se margina de los círculos políticos. "En la Guerra Fría tenías que ser comunista o capitalista, y a lo mejor a este hombre le gustaban los libros simplemente", dice el autor. "Amster no quedó como el diseñador de la dictadura ni mucho menos. Más bien desapareció, se refugió en los libros y frecuentó la Sociedad de Bibliófilos, unos tipos que andaban más preocupados de lo que pasaba en el siglo XVII. Con ellos hizo sus diseños más bonitos".
Fuente-Diario La Tercera

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