Con que tranquilidad
todo se inhibe del desastre: el labrador
oyó seguramente los gritos de socorro, el chapoteo,
que para él no era una catástrofe.
Brillaba el sol
como brilló en las piernas blancas al sumirse
dentro del agua verde, y el esbelto navío
que ha debido de ver algo inaudito,
un muchacho caído del cielo,
iba hacia alguna parte y navegaba en paz.
Jaime Gil de Biedma
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