Esta es mi nave de los locos
de la locura es el espejo.
Al mirar el retrato oscuro
todos se van reconociendo.
Y al contemplarse todos saben
que ni somos ni fuimos cuerdos,
y que no debemos tomarnos
por eso que nunca seremos.
No hay un hombre sin una grieta,
y nadie puede pretenderlo;
nadie está exento de locura,
nadie vive del todo cuerdo
de la locura es el espejo.
Al mirar el retrato oscuro
todos se van reconociendo.
Y al contemplarse todos saben
que ni somos ni fuimos cuerdos,
y que no debemos tomarnos
por eso que nunca seremos.
No hay un hombre sin una grieta,
y nadie puede pretenderlo;
nadie está exento de locura,
nadie vive del todo cuerdo
Sebastian Brant, la nave de los locos.
Un grupo de diez personas se reune en un barco. El grupo principal se compone de un fraile franciscano y una monja que toca un laúd. Están sentados uno frente al otro. Tienen la boca abierta como si estuvieran cantando, pero en realidad parece que están mordiendo una torta que cuelga del mástil de la pequeña embarcación. Esta es una alusión a una costumbre popular, que consiste en comer una torta que cuelga sin utilizar las manos. Detrás de ellos están sentados los dos barqueros. Uno de ellos tiene un cucharón gigante en lugar de un remo. El otro balancea un vaso sobre su cabeza mientras blande una jarra rota en su remo. En un lado, una mujer se prepara para golpear a un hombre joven con una jarra. El está sosteniendo una jarra que arrastra en el agua. En el otro extremo, se sienta en un timón improvisado, un pequeño hombre vestido de tonto bebiendo de una taza. Junto a él, otro se inclina para vomitar. Toda la escena está dominada por un mástil rematado con un ramo de flores, en el medio se puede ver una lechuza o un cráneo. Por encima flota la bandera real de Francia, con la luna creciente musulmana. Un ganso asado está atado al mástil. El grupo alegre parece a la deriva; un vasto paisaje en el fondo se extiende hacia el infinito.
¿Que nos sugiere todo esto? Parece ser que es una interpretación de la nave de los locos, una alegoría del humanista Sebastian Brant, publicada en Basilea en 1494. Esa obra estaba ilustrada con naves cargadas de locos, conducidas al paraiso de los locos, llamado Narragonia. Tambien pudo inspirarse en el barco de las locas, de Josse Bade. Sin embardo en las ilustraciones de estos libros, los locos se reconocen claramente por sus ropas y sombreros, con orejas de asnos. En la pintura de Bosch solo hay una figura semejante, y parece como si quisiera aclarar el significado de la obra. Es probable que el cuadro, que representa a gente bebiendo y delirando, obsesionados con la comida y la bebida, sea una sátira sobre los monjes y una crítica irónica de las figuras religiosas en primer plano. La ira, como consecuencia por el gusto por beber, explicaria el gesto de la mujer que golpea al joven con su jarra. Los disolutos clérigos permiten que la barca de la iglesia vaya a la deriva, no preocupandose del alma sino de su bienestar. Esto, quizas represente las criticas promulgadas durante la Reforma, representadas por el hombre que está en el agua, colgado del barco, mientras todo el mundo se mantiene ajeno
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