El Barroco francés, en su vertiente clasicista, tiene a su más importante maestro en Nicolas Poussin. Pintor y dibujante, cuya vida transcurrió casi íntegramente en Roma, es un mito nacional francés, representante máximo de la pujante concepción racionalista y normativa que nacía en su país, en sintonía con los nuevos tiempos de orden social y político del Absolutismo. Nació en Les Andelys, Normandía, en junio de 1594, en el seno de una modesta familia hidalga. Sus primeros dibujos llamaron la atención del pintor Quentin Varin quien, hacia 1610, había acudido a la localidad para trabajar en Notre-Dame-Le-Grand-Andely. De este pintor recibió sus primeras lecciones, pero el interés por la pintura, no bien visto por su familia, le llevó a fugarse en 1612, con dieciocho años, sin dinero ni contactos, a París. Allí trabajó como aprendiz en los talleres de Ferdinand Elle y Georges Lallemand, quienes le introdujeron en el estilo manierista de la llamada "segunda escuela de Fontainebleau" y en el aprecio por las obras del discípulo de Rafael, Giulio Romano. En cualquier caso, el legado manierista incluso en los primeros dibujos de Poussin es escaso, limitándose a la tendencia a representar figuras de esbeltas proporciones y contornos bellamente delimitados. Con todo, su gran influencia serán los grabados de obras de Rafael y, en particular, de obras clásicas romanas realizados por Giulio Romano, a cuyo estudio se dedicó de manera muy intensa, costumbre que ya no abandonaría en el resto de sus días.
Esta afición al estilo rafaelesco le prepararía para poder integrarse en un futuro cercano en el entorno artístico de Roma, en que predominaban ya, apagada un tanto la revolución caravaggista, las formas del clasicismo renacido, sin ningún tipo de eco manierista. Pero una experiencia frustrada marcaría de forma decisiva el carácter del joven pintor. Acompañando a un amigo acaudalado, interrumpió sus estudios para marchar al Poitou a probar fortuna. Sin embargo, el hecho de ser considerado como un vulgar criado le obligó a volver andando a París, viaje fatigoso que le provocó una grave enfermedad, la primera de una larga serie. Decepcionado, comenzó a pensar en abandonar la aún provinciana Francia y marchar al paraíso de los artistas, Italia, en donde éstos podían desarrollar sin trabas su labor creativa. Por ello, viajó en 1617 a Florencia, pero hubo de regresar pronto por falta de medios. Vuelto de nuevo a París, trabó amistad con Philippe de Champagne, con quien trabajó algún tiempo en la decoración del Palacio de Luxemburgo. Este trabajo le reportó cierto renombre.
Entró entonces bajo la protección del poeta italiano Marino, a cuya inspiración se debe una serie de dibujos de tema mitológico, basados en las "Metamorfosis" de Ovidio que se cuentan entre lo mejor de su creación en este primer periodo francés. Fue con probabilidad el consejo y protección del cavaliere Marino lo que decidió en 1623 a Poussin a marchar a Roma. Tras pasar por Venecia, llegó a la Ciudad Eterna en marzo de 1624, instalándose en Via Paolina, en donde viviría hasta su fallecimiento. Como todos los artistas extranjeros, y en Roma había muchos, pronto se vio en dificultades, dado que la política papal y las clientelas regionales dominaban el panorama, a lo cual se añadió la marcha de su protector, Marino, a Nápoles en ese mismo año, para fallecer un año después. Sin embargo, tuvo tiempo de introducir a Poussin en el círculo de Marcello Sachetti, quien le encargó la Batalla de Gedeón contra los Madianitas, el cual es, quizá, el lienzo de mayor influencia manierista del pintor francés. Pronto este mecenazgo se dirigió hacia dos grandes personajes: el Cardenal Francesco Barberini, sobrino del Pontífice, y Cassiano dal Pozzo, un acaudalado intelectual. Con todo, estos primeros años fueron de penuria en un entorno hostil dominado por los italianos y el debate entre dos vertientes del clasicismo: el clasicismo puro y la vertiente que desembocaría en el llamado Barroco decorativo. Cayó gravemente enfermo en 1625 y no se recuperó hasta 1629. Ante estas contrariedades, se refugió en la colonia francesa en Roma, de la que recibió una decisiva ayuda y que sería, hasta el final, su círculo preferido de amistades. Un cocinero, Jacques Dughet, lo acogió y cuidó hasta su restablecimiento. Con su hija mayor, Anne-Marie, casaría Poussin en 1630, con treinta y seis años ya, matrimonio feliz y duradero.
Sin embargo, la falta de descendencia le llevó a adoptar como hijos a los hermanos de su esposa, de los cuales Gaspar Dughet aprendió el oficio de pintor con gran valía, en un estilo muy difícil de diferenciar del original del pintor normando, lo que ha creado no pocos problemas de atribución. En cualquier caso fue una época de gran producción: para el Cardenal Barberini pintó en 1628 La muerte de Germánico, cuadro que le proporcionó gran fama y le reportó, subida su cotización personal, nada menos que sesenta escudos. Desde este momento, su suerte cambiaría. El panorama romano, pasada la polémica sobre Caravaggio y el tenebrismo, estaba dominado por los discípulos de Carracci, entre los que destacaba el Domenichino, en cuyo taller estudió Poussin, los cuales proveían los encargos de los selectos círculos de intelectuales, entre los que se contaba Cassiano dal Pozzo. Este consejero del Cardenal Barberini había empleado a un grupo de artistas en realizar copias de antigüedades romanas para su "Museum Chartaceum", o "Museo de papel". Poussin, que necesitaba abrirse camino, se vinculó a este proyecto, aunque con escasa contribución. Con todo, la inserción en el grupo de estudiosos arqueólogos le abrió las puertas de una formidable biblioteca de grabados y reproducciones de originales romanos y le suscitó un interés definitivo por el arte clásico romano, de forma que a lo largo de su vida se convirtió en el mejor intérprete de la Antigüedad entre los pintores franceses. Por otra parte, una de las mayores influencias sobre Poussin fueron las Bacanales de Bellini y Tiziano. Con Gaspar Dughet se interesó por el paisaje, que exploraban en sus paseos por la Campaña romana junto a su compatriota Claudio de Lorena.
Así, las obras de Poussin en este periodo absorben y muestran una serie de influencias variadas: el arte y la literatura clásicos, los colores cálidos del Renacimiento veneciano y la observación de la naturaleza y los efectos de la poderosa luz mediterránea sobre la vegetación. Todos ellos se muestran en obras como Los pastores de la Arcadia o Acis y Galatea. Estos lienzos, repletos de lenguaje alegórico y lirismo, se conocen como "poesie", género que, procedente del Renacimiento, había calado muy hondo en el pintor. El éxito de La muerte de Germánico le abrió las puertas de otros influyentes mecenas. La culminación de esta ascensión fue el encargo recibido para pintar El martirio de San Erasmo para San Pedro del Vaticano, en 1628. En él se muestra ya alejado de sus primeras influencias y se rastrea la de los caravaggistas. El lienzo no satisfizo y levantó críticas. En 1630 se frustró un encargo importante para San Luis de los Franceses y Poussin, decepcionado, renunció a convertirse en un gran pintor de iglesias y palacios. Su clientela será, desde ahora, la de la pujante burguesía intelectual, que apreciaba y entendía el arte, era más liberal en sus gustos y, dada su limitación de recursos y espacio, reclamaba obras más pequeñas. La ausencia de encargos que requirieran grandes figuras para edificios públicos estimuló a Poussin a estudiar la propia monumentalidad interna de los personajes, a través de sus expresiones y emociones, los "affetti", y del lenguaje alegórico; así, por ejemplo, en La inspiración del poeta o El triunfo de David, de 1629 y 1630. Su gran mecenas, como decimos, será el turinés Cassiano dal Pozzo, quien llegó a poseer más de 50 cuadros del autor, su introductor en las más selectas amistades. Para él pintó obras importantes, como El rapto de las sabinas o Moisés hace brotar agua de la roca.
En 1632 Poussin era ya miembro de la Academia de San Lucas. Durante los años treinta, el interés de Poussin se dirige a estudiar la expresión de la violencia a través de amplios grupos de figuras. En este campo se sitúan La peste de Azoth y El salvamento de Pirro niño. Es la época en que las figuras, dispersas en un espacio tridimensional claramente definido, actúan como los actores de la escena, a través de un repertorio de gestos adecuados que expresen los affetti, las emociones internas y, en conjunto, el sentido de la escena. Para canalizar racionalmente, hasta un final idealizado, la violencia inherente al pasaje representado y su propia emotividad personal, Poussin realizaba un número elevado de dibujos previos, en que paulatinamente iba cediendo el impulso inicial y surgía un planteamiento armónico de la composición. A pesar de trabajar para los clientes más elevados, como el Cardenal Giulio Rospigliosi o, incluso, el Cardenal Richelieu, el conjunto de obras más importante de los años treinta es el realizado para su fiel Cassiano dal Pozzo entre 1636 y 1640. Son Los Sacramentos, siete cuadros ambientados en un contexto histórico preciso, el de los primeros cristianos del Imperio Romano. Aunque reflejan vagamente el influjo de Aníbal Carracci, Poussin levanta esta magna obra desde la ausencia de precedentes, con un nivel de intimismo y concentración del lenguaje expresivo no igualado por los autores coetáneos
. El éxito que una serie de cuatro Bacanales pintadas desde 1635 para el palacio del Cardenal Richelieu en Poitou tuvo en Francia, junto con otra serie de obras para patronos franceses, hizo que la Corona pusiera sus ojos en Poussin. En 1639, el rey Luis XIII decide hacer llamar a París a Poussin para que decore la Gran Galería del Louvre, y lo hace a través de François Sublet de Noyers, superintendente de los palacios reales, y del propio Cardenal Richelieu. Poussin se niega: no desea ese tipo de encargos a los que renunció diez años antes, ni desea verse envuelto en el ambiente intrigante de la Corte francesa, que es el polo opuesto de su apacible vida italiana. Con todo, forzado por la mezcla de amenazas, promesas y presiones de sus amigos franceses, Poussin termina por aceptar y emprende el camino de París en 1640. Allí se le asigna una pensión, un alojamiento en las Tullerías y se le nombra "primer pintor ordinario del rey", honores que no satisfacen al nada ambicioso pintor normando; antes bien, le preocupan. Y sus temores se cumplen uno tras otro. Su trabajo consistiría en la decoración de una serie de paneles de la Gran Galería del Louvre en los que había de representarse el tema de los trabajos de Hércules. Apenas realizó unos cuantos bocetos a pluma. Pocos fueron los trabajos ajenos al proyecto: algunos cuadros para las capillas reales, ocho cartones para los Gobelinos, la serie de Los trabajos de Hércules y El triunfo de la Verdad y alguna obra menor.
No gustaba de trabajar con prisa, ni aguantar los constantes y exigentes encargos de los cortesanos parisinos, tan distintos de los mecenas romanos. Pero lo que pudo con él de forma definitiva fueron las envidias e intrigas de Simon Vouet, que hasta la llegada de Poussin era el indiscutible pintor de corte, y del arquitecto Lemercier, protegido de Richelieu. Cansado de este ambiente, en diciembre de 1642 solicita permiso para ir a buscar a su mujer a Roma, permiso que le es concedido. No regresó más a Francia. A su vuelta a Roma comienza la última etapa, de plena madurez, en la que continúa con los trabajos para sus habituales mecenas y algunos nuevos, como Felipe IV de España o Fréart de Chantelou, primo del poderoso Noyers, con quien había trabado profunda amistad en su patria. Para él realizó una segunda serie de Los Sacramentos, que le ocupó desde 1644 hasta 1648, y que ejerció una gran influencia sobre los cuadros pintados durante estos intensos años. Respecto a la primera serie, estos lienzos presentan un mayor control racional y una mayor intensidad dramática, aunque expresada de forma menos retórica. En estos años su mayor preocupación es el estudio de los efectos de la luz sobre las figuras, situadas en un escenario convencional y neutro. Sin embargo, se muestra todavía muy clásico en su concepción del color, al que no asigna un papel definitorio en la pintura, en la que es mero "colorear", subordinado al tema y a su efecto en el espectador. De ahí la necesidad de un tema elevado, no costumbrista o naturalista. Se muestra, pues, precavido ante los incipientes intentos de liberar al color de las formas y elevarlo a la categoría de propiedad de la luz, gobernada por leyes físicas, concepto que desembocará de forma plena en los impresionistas.
La evolución que experimenta Poussin en estos años se nota claramente en los paisajes, que adquirirán mayor importancia, hasta el punto de ser posteriormente considerado el fundador de la escuela paisajística francesa de los ss. XVIII y XIX. Si en los años veinte el paisaje era el contexto en que se desenvolvían los affetti, las pasiones de los dioses, ahora reflexiona sobre la armonía de la naturaleza, en la que se inserta el hombre. No incide en los aspectos atmosféricos del paisaje, como Claudio de Lorena, sino en el orden natural que una mente entrenada puede apreciar bajo su aparente encanto. Es, pues, una reflexión exigente y muy conceptual sobre el orden universal. Estas cuestiones aparecen en el Paisaje con el funeral de Foción, su complemento, el Paisaje con las cenizas de Foción, o en Orfeo y Eurídice. Del mismo modo que en el paisaje, se produce un importante cambio en la temática religiosa, en la que ahora predominan los temas de mayor complejidad psicológica o moral, como Eleazar y Rebeca, el Juicio de Salomón o Ester ante Asuero, frente a los temas épicos del Antiguo Testamento que predominan en su primera etapa romana. En ellos se refleja ese esfuerzo por hallar el orden, a través de la geometría, que llega a su cima en la Sagrada Familia de la Escalera. Sus obras, realizadas para unos círculos reducidos de intelectuales, requieren un esfuerzo y una preparación nada desdeñables para apreciar todos sus aspectos. Los autorretratos pintados en 1650 son muy útiles para comprender su personalidad. Habituado a la enfermedad, melancólico y de fogoso ánimo, sus rasgos aparecen severos, aunque algo idealizados. En esta época ya no es un bohemio. Habituado al trabajo intelectual, junto a Dal Pozzo, aparece como un humanista del Renacimiento, con un profundo dominio de las matemáticas, la óptica, la geometría... y las letras clásicas. Llevaba una vida ordenada, meticulosa, en la que trabajaba a diario y se reunía con otros intelectuales amigos, con los que discutía sobre temas elevados, y quienes le escuchaban con reverencia.
Era un hombre modesto, ajeno a toda ambición, sobrio, incluso austero. Poseía una modesta fortuna, pero no se relacionaba con la habitual clase alta; despreciaba los ambientes frívolos. Vivía aislado en su mundo creativo, contemplando el mundo desde fuera, sin intervenir, imbuido de un profundo sentido estoico de la vida. A pesar de todo, un punto oscuro empañaba su existencia: la enfermedad que, a partir de los años cuarenta, le producía violentos temblores en la mano, la cual fue agravándose con el paso de los años, hasta impedirle ejercer su amado arte de pintor. Esta enfermedad no fue obstáculo para que alcanzara en los años cincuenta su más profunda madurez. A pesar de verse obligado a descuidar un tanto la técnica, Poussin obtuvo su mayor intensidad en la captación de la espiritualidad oculta, así como en el desarrollo de escenas arquitectónicas, como en La muerte de Safira o Cristo y la adúltera, de 1653. Pero lo más característico de sus últimos años son los paisajes, ahora ya absolutos protagonistas, dueños de la historia que representa.
Esto sucede en el Paisaje con Diógenes o la serie de las Cuatro Estaciones, que realizó para el duque de Richelieu entre 1660 y 1664. Son años de continuas enfermedades, achaques y depresiones. El temblor de la mano es casi insoportable, lo que confiere a los cuadros un aspecto peculiar, como de inacabado, que los hace hoy muy modernos pero que en la época fue muy criticado. Entre 1655 y 1664 trabaja poco, pero produce obras sorprendentes como el Paisaje con Orión ciego buscando el sol, Paisaje con Hércules y Caco y, como culminación, el Apolo enamorado de Dafne, que dejó inacabado a su muerte. Son cuadros sombríos, reconcentrados, repletos de filosofía y pesimismo. Sus mejores amigos iban falleciendo y su arte quedaba solo en un mundo de modas cambiantes. Se encerró en sí mismo, su pensamiento se hizo más complejo aún. Reflexionaba continuamente sobre lo vano de los esfuerzos humanos. No pudiendo superar la pena que le causó la muerte de su esposa, falleció Poussin en noviembre de 1665, siendo enterrado en la iglesia de San Lorenzo en Lucina. Dejó su fortuna a sus parientes pobres de Normandía. Tras su muerte comenzaba su patronazgo sobre la Escuela francesa, generando incluso una corriente, el poussinismo, opuesto a la herencia barroca de Rubens. Este clasicismo emergería de nuevo con Jacques-Louis David a fines del XVIII; sus cualidades más formales y abstractas reaparecerían en Ingres, su gran admirador, e influirían en todo el Neoclasicismo europeo. Su presencia en el siglo XIX se produciría a través de su apreciación armónica de la naturaleza, que provocaría la admiración de Cézanne.
Ref- Arte Historia
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