Fruto del caos y la confusión surgió GEA, la madre tierra, la progenitora fecunda y antepasada común de todos los dioses, hombres y seres vivos.
Gea se sentía muy sola así que creó un cielo estrellado, tan grande que cubría la tierra, y lo llamó Urano.
De la unión de Gea y Urano, es decir, de la tierra y el cielo, nació la primera generación de titanes. Despues nacieron tres cíclopes, gigantes con un solo ojo en medio de la frente.
Los cíclopes fueron los dueños del rayo, el relámpago y el trueno.
Y finalmente nacieron los tres Hecatónquiros, Coto, Briareo y Giges, monstruos violentos de cincuenta cabezas y cien brazos.
Urano desconfiaba de sus hijos: temía que uno de ellos lo despojara de su poder sobre el Universo. Y por eso no les permitía ver la luz. Los mantenía encerrados en las oscuras profundidades de la Tierra, es decir, en el vientre de su propia madre. Ese lugar oscuro y terrible se llamaba el Tártaro. Gea, inmensa, pesada, no soportaba ya la tremenda carga de tantos hijos aprisionados dentro de su cuerpo y sufría también por ellos y por su triste destino.
Gea, no soportando tanto dolor, fabricó una gran hoz con un pedernal y pidió a los titanes que castraran a su marido, Urano.
—Solo ustedes pueden ayudarme, hijos míos —les rogó—. Con esta hoz mágica que yo misma fabriqué, deben enfrentarse a Urano. ¡Ya es hora de que pague por sus maldades!
Solo Crono se atrevió a coger la hoz y obedecer a su madre.
Crono lanzó los testículos de su padre al mar y se produjo una ola de espuma, de la cual nació Afrodita.
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