domingo, 16 de marzo de 2014

Marie-Thérèse Walter













«Tienes una cara interesante, me gustaría hacerte un retrato, creo que vamos a hacer grandes cosas juntos, soy Picasso». Era el 8 de enero de 1927, y la chica rubia que salía de las galerías Lafayette cautivó al español. Marie-Thérèse Walter, una joven sueca de 17 años afincada en París, no había oído hablar de un artista que ya era una de las personalidades culturales del momento. Algunas versiones dicen que Picasso, que tenía entonces 45 años, le llevó a una librería cercana a enseñarle libros sobre su obra. El pintor estaba entonces casado con la bailarina rusa Olga Khokhlova –madre de su hijo Paulo-, pero sus infidelidades y los correspondientes ataques de celos hacían la relación inviable.


Marie-Thérèse aceptó la invitación de Picasso, y unos días más tarde se presentó en su estudio en la rue de la Boétie. El artista le pidió que volviera al día siguiente. Y al siguiente... De aquellos encuentros surgió uno de los romances más intensos y celebrados de la Historia del Arte. Y una presencia constante en la obra del artista hasta 1955.
La relación discurrió al principio en secreto, y su nueva musa se manifiesta solo de forma críptica en numerosas esculturas y dibujos de fuertes alusiones eróticas –en forma de guitarra esperando a ser tocada, por ejemplo-o con la presencia de sus iniciales en una serie de bodegones de finales de los años 20.

1932, un año clave


Picasso compró en 1930 el Castillo de Boisgeloup, un retiro apartado a unos 60 kilómetros de París. «Es para ti», le dijo a Marie-Thérèse. Lo mismo dijo a su mujer. Allí, el volumen atlético y sensual de su amante disfrutaba, para excitación del alma de artista y el cuerpo de hombre del pintor, del deporte con la natación o el kayak y de la lectura. «Su pasión por el deporte, su personalidad alegre, su físico y su frescura de juventud ayudan a explicar la “fisicalidad” de los retratos que hizo Picasso en aquella época», escribe Diana Widmaier Picasso, historiadora del Arte y nieta del pintor y Marie-Thérèse.

Para 1931, según explican en Sotheby’s, el «cuerpo fecundo y dúctil y sus mechones rubios aparecen ya en imágenes armoniosas y voluptuosas como el cuadro “Mujer con pelo rubio”», propiedad del Guggenheim de Nueva York. Pero sería 1932, un año clave en la obra de Picasso, cuando el intenso amor furtivo estalló a los ojos del público. «1932 es un año brillante y productivo en la vida de Picasso, varias de sus obras maestras datan de este año, en el que prácticamente encerraba a Marie-Thérèse en Boisgeloup y trabajaba con ella para retratarla leyendo, durmiendo, sentada o bebiendo”, explica a ABC Simon Stock, uno de los directores de la sede londinense de la casa de subastas Sotheby’s.


Aquel año, la galería parisina Georges Petit organizó una amplia retrospectiva del artista que consagró su consideración entre los genios de la pintura. Su mujer Olga lo vio de otra manera. Allí sus ojos descubrieron la presencia en numerosos retratos, todos ellos desnudos, de una mujer desconocida hasta entonces. Uno de los múltiples retratos de Marie-Thérèse realizados aquel fructífero año saldrá a subasta este martes por la noche en Londres.


«Mujer sentada cerca de una ventana» (1,46 por 1,14 metros) es, de hecho, la pieza estrella –y la más cara- de la temporadade subastas de invierno de arte impresionista y contemporáneo. Formó parte de la colección personal del artista a su muerte, y es la segunda vez que sale al mercado. Saldrá a la venta con un rango de estimado entre 29 y 40 millones de euros, y ha reactivado el interés por el «amour fou» de Picasso con la musa por antonomasia del arte del siglo XX.



«El interés se centra siempre en esta maravillosa historia de amor, los sentimientos de Picasso era tan obsesivos que le retrató de diversas formas en todos los medios -cuadros, esculturas y dibujos», explica Stock. «Estaba tan enamorado que son siempre piezas edificantes en las que ella está serena y Picasso feliz, e incluyen siempre algún elemento que apunta a la intensa naturaleza sexual de la relación», añade. De hecho, cuatro retratos de la joven sueca figuran entre las diez piezas más caras de Picasso vendidas en subasta.



El récord mundial en términos de precio para un picasso es un retrato de Marie-Thérèse de 1932, «Desnudo, hojas verdes y busto», que Sotheby’s vendió en 2010 por 106 millones de dólares. La obra puede verse actualmente en la Tate Modern de Londres, una ciudad que el año pasado dedicó una amplia exposición en la galería Gagosian a la relación personal y pictórica entre el artista y su joven musa. En febrero de 2011, «La Lectura», dobló las expectativas de precio y fue vendida por casi 30 millones de euros.


«”La Lectura”es un cuadro precioso, pero “La mujer sentada...” tiene un tamaño mucho mayor y, en cierta manera, es más simple y bello con una elección de colores casi “matissiana” y un retrato de figura completa, sentada además en una silla, una composición formalmente clásica que remite a los retratos de Bacon o de Velázquez», nos explica Stock delante del cuadro, unas horas antes de salir a subasta. En estevídeo elaborado por la casa de subastas, y también contemplando la obra, su nieta Diana Widmaier Picasso describe cómo su abuelo llegaba a «diluirse» en su musa, y llama la atención sobre el rojo intenso con el que pinta el vientre y torso de su mada, reflejo de las «fantasías sexuales» que Marie-Thérèse desataba.

Un divorcio imposible


Picasso y Marie-Thérèse tuvieron una hija en 1935, Maya, llamada en realidad María de la Concepción en recuerdo a la hermana fallecida del pintor. Pero el prometido divorcio de Olga, de quien el artista ya se había separado en 1934, nunca llegó. La legislación republicana española le habría permitido divorciarse, pero le habría obligado a dividir sus bienes al 50% con su mujer. Con la llegada de la Guerra Civil española, el pintor había iniciado una nueva relación con la fotógrafa franco-yugoslava Dora Maar. El poeta Paul Élouard les presentó apenas unos meses después del nacimiento de Maya. Fue Dora quien fotografió el proceso de creación del «Guernica», una obra en la que tanto Olga como Marie-Thérèse pueden identificarse entre los personajes.

Esta última sería el modelo para la niña que corre de derecha a izquierda en el primer plano y para la madre que llora al hijo muerto en la parte derecha del cuadro.

Picasso intentaba evitar que sus amantes se encontraran. No siempre con éxito. Según la autobiografía de Françoise Gilot –la amante que sustituiría a Dora-, Marie-Thérèse y Dora se encontraron en su estudio, junto al «Guernica». El pintor siguió pintando, hasta que la madre de su hija dijo: «Elige, ¿cuál de las dos?». Según Gilot, el artista les dijo que tendrían que decidirlo en una pelea, y las dos mujeres la emprendieron a golpes allí mismo. Las dos negarían posteriormente que la escena tuviera lugar.

Picasso tuvo dos hijos con Gilot, pero Maya siempre fue un punto de unión con Marie-Thérèse. En una entrevista en 1974, un año después de la muerte del pintor, le preguntaron qué le venía a la mente al oír el nombre de Pablo Picasso. «El secreto», contestó: «Vivíamos en secreto y éramos felices». En 1977, Marie-Thérèse se quitó la vida. Muchos creen que nunca soportó la ausencia del hombre que había conocido hacía 50 años.
Día 05/02/2013 - 18.24h
 ABC

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