lunes, 8 de diciembre de 2008

Poesía de granito frente al Atlántico



Poesía de granito frente al Atlántico

Cuando don Jorgito el Inglés regresó del faro, los vecinos de Fisterra estuvieron a punto de fusilarlo al confundirlo con don Carlos el Pretendiente. Antonio de la Trava le salvó la vida

Autor:
Cristóbal Ramírez

Don Jorgito el Inglés se llamaba, en realidad, George Borrow, y se dedicó a vender biblias por España adelante. Fruto de sus peripecias es su libro La Biblia en España, con una versión en gallego. Y resulta que don Jorgito tuvo la nada original idea de dirigirse al fin del mundo conocido, hasta la punta del cabo Fisterra. «Llegamos a un lugar exactamente igual a como en mi juventud había imaginado la terminación del mundo, más allá del cual había un mar tormentado, el abismo, el caos», escribió.

Claro que tanta poesía se le iba a acabar pronto. Después de comer en el puerto se dispusieron a subir la montaña de San Guillermo, la misma que hoy en día solo huellan los amigos del senderismo. «Nuestro camino, haciendo numerosas y largas vueltas, serpenteaba por las pétreas laderas», puso negro sobre blanco, antes de aclarar que «rompí las botas, me corté en los pies y el sudor me chorreaba desde la frente».

Pero eso no debe hacer temer hoy en día, porque la subida, siendo dura, no asusta a nadie. A George Borrow le fue realmente mal porque se sintió exhausto por el calor y, semidesvanecido, descansó en uno de los escasos lugares con sombra. Su descripción del lugar vale para cualquiera que se anime a recorrer uno de los parajes más bonitos de Galicia... pero con más buques y menos animales. Dijo así: «Estábamos ahora a una gran altura entre dos bahías: la bravura de las aguas delante de nosotros. De los diez mil barcos que surcan anualmente aquellos mares a la vista del cabo no se divisaba ni uno. Era un desierto azul brillante en el que tan solo, ocasionalmente, aparecía la negra cabeza de un cachalote lanzando delgados chorros de agua salada. La bahía principal, la de Finisterra, estaba hermosamente jaspeada por un inmenso banco de sardinas».

La buena noticia es que al visitante no le sucederá lo mismo que a don Jorgito, que cuando regresó a Fisterra fue confundido con don Carlos el Pretendiente (el de las guerras carlistas) y estuvo a punto de ser pasado por las armas. Intervino Antonio de la Trava, «el valiente de Finisterra», que sabía dos palabras en inglés: knife y fork. Al traducirlas, don Jorgito como cuchillo y tenedor dio la prueba de ser súbdito de su graciosa majestad y no levantisco opositor al rey de España. Y de paso salvó la vida.

No hay comentarios: