domingo, 9 de noviembre de 2008

Václav Vavrinec Reiner


Entre los pintores checos del barroco culminante brilla singularmente Václav Vavrinec Reiner, autor de frescos de gran belleza, que vivió de 1689 a 1743. Reiner, juntamente con el escultor Matyás Braun y el pintor Petr Brandl una de las figuras cimeras del barroco checo.

Václav Varinec Reiner era oriundo de una familia praguense en que abundaban artistas: su abuelo fue arquitecto; el padre, escultor y tallista, y el tío, además de dedicarse a la química, era una especie de marchante de cuadros. Reiner estudió pintura en Praga con un maestro austríaco, pero mucho más lo influyeron artistas flamencos y el contacto personal con el descollante pintor barroco checo, Petr Brandl, aunque una generación más viejo.


Gracias al enlace matrimonial, Reiner se convirtió a los 36 anos en dueño de una mansión en el centro de Praga, y ello le permitió llevar en lo adelante la vida de un acomodado patricio y jefe de numerosa familia. Los encargos llovían ya que las iglesias barrocas recién construidas demandaban que en su decoración colaborasen escultores y pintores.

Además de frescos, Reiner pintó cuadros de altar y lienzos con temas profanos. Desde su juventud, las obras de Reiner se caracterizaban por una natural sensualidad y sentimiento pletórico de la vida que estaban subyacentes aún cuando el maestro pintaba temas místicos y alegóricos.

El principal aporte artístico de Václav Varinec Reiner consiste en la creación de monumentales frescos. En colaboración con los arquitectos Kilián Ignác Dienzenhofer y Frantisek Maxmilián Kafka, este decorador nato y maestro de la pintura monumental llevó a su máxima plenitud el grandioso arte barroco. Reiner potenciaba con su imaginación la idea del arquitecto, dándole magnificencia y la forma plástica final. Su ágil pincel llenaba las bóvedas de los templos de pinturas aéreas de intenso colorido que representaban movimentadas escenas.

Los frescos de Václav Vavrinec Reiner abrían aparentemente la bóveda del templo, creando la ilusión de un espacio infinito, y el creyente tenía la impresión de que contemplaba escenas en las alturas celestiales.

Sin el aporte de la maestría artística de Reiner los templos barrocos checos no tendrían aquella monumental grandiosidad y esplendor que el hombre contemporáneo contempla con respeto y admiración. El artista decoró bóvedas y cúpulas de numerosas iglesias praguenses y de la provincia. Figuras en movimiento, con flotantes vestiduras y gestos apasionados, caracterizan los monumentalesa frescos de Reiner.

Su primer fresco conocido es La lucha de los gigantes, en la bóveda sobre la escalinata del capitalino palacio Czernin. Representa la rebelión de los titates contra Júpiter.

Una de las obras cumbre de Václav Vavrinec Reiner es el fresco "el Juicio final", de la cúpula del praguense templo de los monjes de la cruz roja, consagrado a San Francisco: Centenares de figuras parecen volar en el monumental espacio de la cúpula que se amplía gracias a una ilusión óptica. El fresco del Juicio final no tiene en Chequia paralelo por sus dimensiones y grandiosidad

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